“Penumbras y demonios” son las prácticas clientelistas en la política colombiana. Pilar del control social y de la corrupción que garantizan dominación y continuidad tanto en el dominio político como en el juego electoral, este fenómeno, incrustado como raíz hasta llegar a constituirse en “política de Estado” en nuestro país, demanda un análisis para desentrañar sus formas y manifestaciones más recurrentes. Para comentar tal fenómeno, ¿quién mejor que un costeño?
desdeabajo –da–. En su libro «Penumbras y demonios en la política colombiana. Un análisis sobre el clientelismo», usted dice que el clientelismo en Colombia ha cambiado, ¿a qué se refiere cuando afirma esto?
Alfredo De León Monsalvo –ALM–. El clientelismo en los años 60 y 70 se basaba en que quienes llegaban a los cuerpos colegiados –concejos, asamblea, Cámara de Representante y Senado– basaban su votación en una clientela que estaba sujeta a necesidades básicas insatisfechas, como todo tipo de servicios básicos. Una vez satisfechos estos, los políticos se vieron entonces en la necesidad de buscar nuevas formas de control y dominio, y esta nueva forma fue entonces el empleo público. Sin embargo, luego vino una más, la que está predominando actualmente: la contratación.
da. ¿Cuáles son los sectores claves del clientelismo?
ALM. El sector clave del clientelismo es el propio gobierno de turno. No hablemos del Estado. Llámese Pastrana, Samper, Uribe o Santos, los presidentes necesitan aprobar sus planes de desarrollo y sus leyes. ¿Qué sucede? Los parlamentarios que forman parte del llamado grupo de gobierno, la “Unidad Nacional” para el que ahora funciona; estos señores, que dicen apoyar el Gobierno. ¿Cómo lo hacen? Por ejemplo, los conservadores, ¿brindan su apoyo porque creen en el proyecto de Juan Manuel Santos? No, lo apoyan porque tienen unos ministerios o unas agencias del Estado donde controlan unos representantes que son nombrados bajo su indicación y que responden en estas entidades públicas a los puestos, a los contratos y a una serie de prebendas que los benefician electoralmente. Y así sucede con los demás apoyos, sin distinción alguna. Esta es la primera clave.
Entonces, así vista esta práctica, es el propio Gobierno el primer actor auspiciador del clientelismo, porque necesita los votos parlamentarios para que no le hagan “paro legislativo” para que le asistan en la aprobación de los proyectos. La segunda clave son los propios parlamentarios que están ante la necesidad de apoyar al gobierno de turno como mecanismo para subsistir. Y la tercera, por supuesto, son los propios grupos económicos, los que tienen sus equipos de lobby para que sus proyectos pasen o para que los proyectos que el gobierno presenta no afecten sus intereses.
da. ¿Qué papel juega la contratación pública en las elecciones?
ALM. En Colombia se despertó una nueva ola de “contratitis” como la han denominado algunos, en su mayoría grandes contrataciones. No todos los senadores tienen este tipo de influencia pero, como los denominaba Uribe, los más «perfumados», pueden incidir para que un conocido de ellos, o de la familia, pueda llegar a firmar grandes contratos con el Estado y de esta manera obtener recursos para su reelección. La elección directa de alcaldes y gobernadores también posibilitó esto porque ahora tienen bajo su control mayor acceso a los recursos públicos. Hay otro tipo de contratación que también ayuda a un político para su reelección, y es la forma como ellos pueden incidir en los proyectos de ley, favoreciendo a los grandes grupos económicos que responden con donaciones a los partidos o, en particular, a los políticos.
da. ¿Cuáles son los sectores económicos que inciden en la política gubernamental?
ALM. ¡Todos, todos, todos! Los constructores tienen mucho peso, ellos buscan el control de las obras públicas y, por supuesto, el sector financiero, alrededor de dos grupos cabeza: Aval (Sarmiento Angulo) y Bancolombia (Grupo empresarial antioqueño).
En Medellín, y gran parte de Antioquía, la política está sujeta al apoyo que el Grupo empresarial le preste a los candidatos. Es muy difícil que sin su apoyo un candidato acceda al gobierno municipal o departamental, pues todos están sujetos a los acuerdos que establezcan con éste. Si existe un grupo económico que influye en su región ese es el Grupo empresarial antioqueño.
da. ¿Qué proporción del voto resulta de la presión clientelistas?
ALM. He analizado varios tipos de votación clientelista: la compra del voto y el que responde a la carencia de algunos recursos básicos. Pero lo que más me llama la atención es la compra directa del voto. El departamento del Atlántico, y gran parte de la costa Atlántica, para no decir toda, está sujeta a esta realidad.
La votación de la ciudad capital, y la del sur de departamento, por ejemplo, prácticamente el 80 por ciento, es comprada, es decir, existen grandes compradores del voto. Por ejemplo, el senador Roberto Gerlein hace años que no da un discurso (incluso por condiciones de salud). No recorre el departamento del Atlántico, no visita un barrio –como en su comienzo, hacia los años 60–, porque no lo necesita: tiene cinco personas más o menos que le compran de manera directa los votos. Estas cinco personas a su vez tienen otro equipo que le van a conseguir los líderes de determinados barrios, los que a su vez tienen otros que le van a llevar a las familias. También hay lugares en donde se ven más votantes que habitantes, como en el departamento de Córdoba, donde acabó de salir una noticia de este tipo. Eso es muy típico, el trasteo del voto, el “voto comisión”. El voto comprado como tal, particularmente en la costa, es muy alto.
da. ¿Por cuánto y cómo se compra un voto?
ALM. Un concejal de Bogotá, por ejemplo, actualmente no sale con, por lo menos, 500 millones de pesos. En cada localidad de la capital el concejal cuenta con un edil que tiene que pagar a los líderes de barrio para que le apoyen. El concejal tiene que pagar una suma determinada al edil para que lo apoye. En Bogotá un edil puede contar, como mínimo, con 500 votos. Este edil no vale 10 millones de pesos ni 20, éste te vale, como mínimo, 50 y cien millones de pesos. Y el edil apoya al que le pague. Él puede ser de un partido, digamos del partido de la U, pero va apoyando al concejo al partido Radical que le pagó una suma mayor que su propio partido. Un voto comprado hoy puede costar entre 50 o 100 mil pesos. Pero no se debe olvidar que existe el “combo”, ¿qué es?, es la compra del voto alcaldía, voto gobernación, voto diputado y voto concejal. Como un senador, en particular, lleva su candidato o lleva su apoyo a determinado candidato, él busca la compra del voto en combo.
da. En un artículo publicado en la edición de junio, analizamos la debilidad del marco legal que rige la entrega de cuentas de las campañas. Además del dinero obviamente oculto, usado para aceitar la corrupción directa, ya citada, ¿qué otro tipo de gastos desaparecen de estas cuentas?
ALM. Los candidatos tienen que presentar unas cuentas de campaña pero ¡estas cuentas no son reales! Y lo que hay en todas las campañas es financiación por «debajo de la mesa». En la ciudad de Barranquilla por ejemplo, el día de las elecciones no hay transportes públicos y sobre todo no hay taxi. Todos los taxis son contratados por los políticos para movilizar a su electorado. Eso cuesta un dineral, sin hablar de la carpa blanca, de los sánduches, de la gaseosa, del dinero destinado para hacer la reunión que no entra en las cuentas electorales. El dinero que se mueve en estas campañas es mucho.
da. ¿Cómo se instrumentaliza la carencia de servicios públicos en las elecciones?
ALM. Hay un caso muy llamativo, es el de Mockus y Santos en 2010. Juan Manuel Santos sintió una amenaza con la denominada “ola verde”. ¿Qué hicieron entonces ante esto? Sencillo, dedicaron un gran esfuerzo para que por los sectores populares fueran diciendo que Mockus les iba a quitar el Sisbén. Y es conocido que el Sisbén significa acceso gratuito a la salud, acceso gratuito a la educación y unos subsidios. Una familia beneficiaria del Sisbén, fácilmente recibe hasta 500 mil pesos mensuales en subsidios. Esta campaña de miedo, brindó sus «buenos» resultados a favor de la primera elección de Santos.
da. ¿Cuál es la geografía partidista del clientelismo?
ALM. El clientelismo lo ejercen, en lo fundamental, los partidos “tradicionales”. Pero de todas maneras, un político sin clientela es prácticamente un político muerto. En Colombia un político tiene que tener clientela para subsistir.
De allí que el Partido Conservador le llamen el “partido de los puestos”, o el partido de la burocracia, y con sus maniobras y acomodamientos logra estar en todo tipo de gobierno. Aunque es partido minoritario, siempre está buscando alianza con el gobierno de turno. Pero hay que decir que en la izquierda colombiana también hay políticos clientelistas. Hay políticos que se sujetan a los puestos y se sujetan a los contratos. La izquierda en Colombia, lamentablemente, no es tan pura como quiere aparecer.
da. Con lo dicho hasta aquí, ¿existe el voto de opinión en el país?, ¿en qué condiciones?
ALM. ¡Claro que existe el voto de opinión!, y está muy sementado en determinados partidos y determinados candidatos. En el partido liberal hay candidatos que recogen votos de opinión y en el partido conservador también, pero la mayoría de quienes allí militan sobreviven a través de la clientela.
El voto de opinión, está centrado en las grandes ciudades (Bogotá, Medellín, Cali), y en mínima proporción, comparada con estas ciudades, en Barranquilla. Se han presentado casos donde el voto de opinión camina a base de una campaña específica, y muchas veces programada desde la ciudad de Bogotá. Hace dos años fue famoso el caso de buscar el voto blanco para la gobernación del César. En Valledupar, zona de mucha clientela, sí, triunfó el voto blanco, no en todos los municipios, pero fue algo prodigioso. La campaña fue realizada desde Bogotá pero contó con recepción positiva y acogimiento de la ciudad de Valledupar que lo entendió. Eso es una muestra grande de madurez política, lamentablemente no es una constante.
da. Entonces, ¿piensa que en Colombia falta de “madurez política”?
ALM. Yo diría que el cuarto gran auspiciador del clientelismo en Colombia somos nosotros mismos, con la cultura política. Nos falta mucha cultura política. Todavía el voto en Colombia es de pobreza, y a través de ésta oficiamos el clientelismo. El día de elecciones puede verse gente en muchos pueblos, pero también en ciudades grandes como Barranquilla, saliendo a buscar a quienes compran el voto. Es un caso lamentable pero es un caso muy cierto. Otro factor que me llama mucho la atención, es la pedagogía. No he podido entender como un sindicato que se ha denominado de izquierda, como Fecode, que tiene más de 200 mil maestros y que dominan el 60 por ciento de la educación en Colombia, no cuenta con una pedagogía de este tipo para desplegarla en las poblaciones donde tiene presencia.
da. Entonces, desde el aquí y el ahora, ¿cómo podríamos salir de lo que usted llama un “sistema primitivo electoral clientelista”?
ALM. Primero, logrando un mejor nivel de desarrollo. Es decir, que todas las personas tengan acceso a los bienes del Estado por derecho propio; que ellos sientan que no se lo están regalando o que se lo lleva un determinado político, sino que ese es el deber del Estado y que ellos pueden exigir estos derechos. Segundo, el factor determinante en la cultura política, es la educación. En Colombia nos hace falta un mayor nivel de educación, no tanto en cuanto a conocimiento de la ciencia exacta, el arte, la cultura, etcétera, sino alrededor de la cultura política, lo cual, en lo fundamental, depende de la escuela y de los medios de comunicación, que como es conocido, siempre cuentan con sus candidatos, casi siempre dentro del establecimiento.
La opinión pública aquí es determinante, y en nuestro país diversos políticos decentes, entre ellos Jorge Robledo y otros, logran grandes votaciones como efecto del reconocimiento espontáneo a su labor, a sus denuncias. Pese a estos casos, en Colombia falta decencia para la política.
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