Galerazamba es un corregimiento costero del municipio de Santa Catalina de Alejandría, en el departamento de Bolívar, límites con el departamento de Atlántico, en la costa Caribe colombiana. En el casco urbano viven, o mejor sobreviven, unas 1.000 personas. Quien viaja entre Cartagena y Barranquilla, suele no darse por enterado de lo que ocurre en esta parte del país.
La situación actual del territorio y de la gente de Galerazamba, que hace parte del Consejo Comunitario de Comunidades Negras de este corregimiento, está dominada por el deterioro de la infraestructura física y social, el desempleo, la precarización y la pobreza, realidad que, lejos de ser producto del “olvido” del Estado, es más bien consecuencia de su presencia como articulador de la lógica del capital, quien territorializa su inversión, maximiza la ganancia y construye o destruye el capital fijo, acorde a las exigencias del mercado. Para esto, con ayuda del Estado, tiende a desconectar el espacio creado para la acumulación, del espacio vivido por las comunidades que lo habitan. La relación entre capital, territorio, comunidad y despojo, en una perspectiva histórica, es la clave para entender lo que pasa en este rincón del país.
El sabor amargo de la sal
Galerazamba tiene una reconocida trayectoria en la producción de sal. Allí, desde tiempos prehispánicos, las comunidades indígenas extraían la sal marina de sus costas. En el lapso colonial, Galerazamba surtió de sal a las ciudades costeras, principalmente a Cartagena. Al comenzar el siglo XX el Estado nacionalizó la producción de sal marina (Galerazamba y Manaure), y la sal de mina (Zipaquirá, Nemocón, Upía). La explotación de sal quedó a cargo del Banco de la República en 1942, como recurso estratégico del Estado. Es conocido, por ejemplo, que con la sal el gobierno financió los créditos para sostener el episodio de la guerra con el Perú en 1928.
En 1946 el Banco de la República construyó el pueblo de Galerazamba, como una operación estatal de explotación de la sal. Según los pobladores que viven en el corregimiento, hasta antes de la privatización en la década de 1990, vivieron décadas de bonanza, contando con excelentes servicios públicos, dos escuelas de primaria, colegio de bachillerato, oficina de Telecom, acueducto, casino para los trabajadores de la compañía, hospital con buen equipamento, viviendas obreras modernas, teatro, balneario. Algunas de estas instalaciones aún existen, mientras que otras han desaparecido o están profundamente deterioradas. Cuando Rojas Pinilla estuvo detenido en 1958, fue la Casa de Huéspedes una de esas magníficas residencias la que sirvió para su reclusión. Además, mediante Decreto 0623 de 1951 el Gobierno Nacional estableció una Reserva minera estatal que no podía entregarse a particulares. Hasta la década de 1990 la industria de la Sal y la población de Galerazamba tuvieron cierta reciprocidad en el manejo de las crecientes utilidades. Por ejemplo los trabajadores organizados en un poderoso sindicato tenían una convención colectiva bastante favorable, aunque como lo denuncian hoy algunos extrabajadores que siguen buscando una pensión-indemnización, la dirección sindical hizo parte de redes de clientelismo y control de la empresa estatal sobre los trabajadores.
Entre 1970 y 1991 la explotación de la sal pasó a cargo del Instituto de Fomento Industrial –IFI Concesión salinas, quien inició el proceso de neoliberalización de la sal, que culminó en 2008 cuando el IFI fue liquidado definitivamente. Los efectos de la privatización de la sal, significaron para Galerazamba, la desvinculación entre explotación minera y desarrollo local. En ese mismo año, también fue derogado el Decreto 0623 de 1951 que permitió la venta del territorio a empresarios privados, quienes no asumen ningún compromiso con el fomento social y económico de la comunidad. Es así como llega a su fin el colegio de bachillerato y una de las escuelas, el hospital es desmantelado, así como los escenarios sociales existentes, incluso la antigua carretera que comunicaba al municipio de Santa Catalina con el corregimiento, convertida en una trocha que dificulta la comunicación terrestre. Mientras Galerazamba se convierte cada vez más en un pueblo fantasma, el negocio de la sal continúa su pujanza. Hoy la empresa que usufructúa allí la explotación de sal es Salinas de Galeras S.A.S. de capitalistas cartageneros. Y no es que el negocio de la sal haya dejado de ser rentable, según datos de la Agencia nacional de Minería, su producción durante el 2014 fue la siguiente:
La sal, como otros recursos naturales está controlada por grupos monopólicos. El principal de éstos es el grupo Brinsa S.A. (dueño de la marca Refisal) con el 70 por ciento de la producción nacional. El precio de la sal en 2014 era de 80 mil pesos la tonelada de sal marina, mientras la sal terrestre, tenía un precio de 50 mil pesos. Vendida al menudeo, actualmente el kilo de sal marina está en cerca de 3 mil pesos (tres millones la tonelada al menudeo), mientras que el kilo de sal terrestre está en mil pesos. No obstante estos precios, a un trabajador a destajo le pagan, por tonelada de sal, la pírrica suma de 1.000 pesos.
Mientras el negocio nacional de sal muestra excelentes utilidades, comunidades como las de Galerazamba y Manaure se extinguen. Hoy los trabajadores de la sal en Galerazamba hacen parte de la clase obrera precarizada que trabaja a destajo, sin garantías laborales y sin ningún tipo de seguridad industrial. Enfermedades por exposición al sol, a las evaporaciones del yodo marino, son más frecuentes ahora, pues a diferencia de los tiempos del monopolio estatal, cuando contaban con uniformes de dotación adecuados y prevención y atención a la salud de manera permanente, ahora no cuentan con ningún programa de seguridad laboral. Además, afecciones en la columna y en las vías respiratorias, son ahora comunes en los trabajadores de la sal en esta región.
Ahora viene la amenaza del gas
Uno de los atractivos turísticos del gigantesco negocio privado de las empresas de Cartagena, es la visita al volcán de lodo de El Totumo. La presencia de éste y otros volcanes de lodo llamó la atención de las empresas de hidrocarburos. En 2011 el Ministerio de Ambiente y Desarrollo concedió licencia ambiental a la empresa Equion Energia Limited, alianza de Ecopetrol y la española Repsol, para buscar gas en el Caribe colombiano. En 2007 la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) le otorgó a esta empresa dos bloques exploratorios de gas, Mapalé 1 y 2. El proceso de exploración inició en 2012 y ahora se proyecta el inició de la explotación.
Los efectos de la exploración en la plataforma marítima empezaron a afectar la estructura de las viviendas de Galerazamba, debido a las vibraciones implicadas en el proceso. Agrietamientos, derrumbes de paredes y de cielo rasos en las casas de habitación, ahora completan al ya deteriorado casco urbano.
Además de la afectación de las viviendas, los habitantes de este corregimiento temen que la exploración y la explotación de gas, incremente el “diapirismo de lodo”, aparición de nuevos volcanes de lodo que pueden producir fuertes erupciones. Si bien esto está contemplado entre los efectos colaterales de la explotación de hidrocarburos en zonas marítimas, la comunidad de Galerazamba denuncia la desinformación sobre el riesgo al que están expuestos.
Las secuelas de la explotación capitalista de la sal, y ahora posiblemente del gas en esta parte del país, se convierten en un caso ejemplarizante de la relación entre capitalismo y despojo. Galerazamba, y su gente, contribuyen a elevar los indicadores de crecimiento económico por concepto de sal y gas, simultáneamente la afectación al territorio, la expoliación de sus trabajadores y el deterioro de su memoria y patrimonio, parecieran ser una revancha del orden neoliberal contra una de las huellas del tránsito pasajero del Estado intervencionista a mediados del siglo XX.
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