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Un golpe de Estado contra el pueblo griego

Un golpe de Estado contra el pueblo griego

De poco le sirvió al 62 por ciento de los griegos haber mostrado en el referendo del 5 de julio su apoyo al gobierno de Alexis Tsipras y el rechazo al chantaje de los líderes de la Eurozona. Una vez más, con Alemania a la cabeza, volvieron a colocar a Grecia contra las cuerdas.

La intransigencia del bloque europeo está lejos de ser un capricho alemán y de un puñado de dirigentes supuestamente serviles a los dictados de Berlín. Lo que está en juego es mucho más importante, llega mucho más lejos y es infinitamente más depravado que los clásicos juegos políticos de las elites.

Cuando se reanudaron las negociaciones entre el gobierno griego y los líderes de la Eurozona, quedó en evidencia que el resultado del referendo no sería tomado en cuenta y que se había vuelto en contra de los griegos, ya que los líderes europeos redoblaron la apuesta. Como si además de tener una deuda que alcanza al 200 por ciento de su PIB, sin tener condiciones para pagarla por haber seguido los consejos de la Troika (FMI, Banco y Mundial y Banco Central Europeo), fueran también culpables por mantener su dignidad, por decir No al chantaje.

En efecto, las exigencias formuladas el domingo 12 de julio, cuando vencía el plazo para llegar a un acuerdo, fueron draconianas. Los ministros de la zona euro dieron a Grecia hasta el miércoles 15 para aprobar nuevas leyes como condición para abrir negociaciones sobre un tercer rescate de 82.000 millones de euros, que Atenas necesita para evitar perder el acceso a la moneda común. El ministro de Finanzas finlandés, Alexander Stubb, fue tajante: “Número uno, tiene que aplicar leyes de aquí al 15 de julio. Número dos, duras condiciones, por ejemplo en reformas laborales y pensiones e IVA e impuestos. Y número tres, medidas bastante duras también por ejemplo en privatizaciones y fondos de privatización” (Público, 12 de julio de 2015).

Para evitar la salida del euro, además le imponen doce medidas: aumento del IVA, ampliación de las bases impositivas, sostenibilidad del sistema de pensiones (o sea reducción de las pensiones), reformar el Código Civil, garantizar por ley la independencia del la oficina de estadística griega), plena aplicación de recortes de gasto automáticos, cumplir la directiva sobre la recuperación bancaria, tomar decisiones ejecutivas sobre los préstamos impagados, privatizar el suministro de electricidad, asegurar la independencia del ente privatizador –Taiped–, despolitizar la administración griega y regreso de los hombres de negro de la Troika a Atenas (el texto la llama “las instituciones”).

Privatizaciones

El Presidente griego manifestó que Atenas desea un acuerdo, pero para que sea posible lo deben desear todas las partes. Hay ciertas líneas rojas que el gobierno no puede traspasar para no verse debilitado y vapuleado por sus propios electores. Entre los griegos va ganando la decepción ya que el Tsipras aceptó en las negociaciones las mismas medidas que habían sido propuestas antes del referendo, pero ahora la Eurozona pidió más.

Pero la flexibilidad tiene un límite. Los bancos llevan dos semanas cerrados y la población solo puede retirar 60 euros diarios. El desgaste es cada día mayor. Pero en medio de las concesiones del gobierno y del creciente malestar de la población, cada día se conocen nuevas exigencias que parecen destinadas a impedir cualquier acuerdo que no sea la humillación.

Por propuesta de Alemania, fue decidida –y el gobierno griego aceptó– la creación de un fondo de privatización por valor de 50.000 millones de euros. El Ejecutivo tendrá que transferir activos públicos a un fondo que será de titularidad griega aunque supervisado por la Troika. Esos bienes serán privatizados. Con esas privatizaciones los líderes europeos esperan recaudar igual cantidad de millones de euros. Tres cuartas partes de esa cantidad se utilizarían para recapitalizar los bancos y reducir la deuda; sólo el 25 por ciento iría a realizar inversiones en el país. En ese fondo estarán incluidos el sector energético, transportes y telecomunicaciones. El fondo de privatización actúa como un aval a cambio de más ayudas.

Este es el aspecto más deplorable de las condiciones impuestas a Grecia. Se llegó a este punto, y no es un dato menor, en un clima de fuertes tensiones, de insultos y amenazas directas entre los miembros del Eurogrupo, con acusaciones entre representantes italianos, holandeses y alemanes. No es fácil encontrar en la historia de las instituciones comunitarias situaciones de semejante crispación. Lo que revela que algo fuera de lo normal está sucediendo.

Ahora queda por ver qué sucederá en Grecia, donde Syriza debe aprobar en el parlamento los acuerdos impuestos al equipo de Tsipras. La coalición tiende a fracturarse y será un milagro que no lo haga en las horas previas al miércoles 15. Con ello se abriría una crisis política que el primer ministro está intentando contener.

Las razones que no se pueden decir

El semanario alemán Der Spiegel considera que los acuerdos del domingo son un “catálogo de atrocidades” que el gobierno griego “se vio obligado a firmar con una pistola en la sien”. Llegados a este punto, queda por resolver un enigma: ¿por qué el gobierno griego optó por no salirse del euro? ¿Hubo presiones más allá de las clásicas presiones políticas? ¿Hubo amenazas?

El exministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, tiene su propia interpretación sobre los objetivos reales de Alemania detrás de la intransigencia con Grecia. En un artículo en The Guardian, fue claro: “Luego de la crisis de 2008/9, Europa no supo cómo responder. ¿Tenía que prepararse a fondo para al menos una expulsión (es decir, para el Grexit) a fin de robustecer la disciplina? ¿O proceder, en cambio, a una federación? Hasta ahora no ha hecho ninguna de las dos cosas, y su angustia existencial no deja de crecer. Schäuble está convencido de que, tal y como están las cosas, necesita un Grexit para despejar el aire de una u otra forma. Y hete aquí que, de repente, una deuda pública griega permanentemente insostenible de no existir la perspectiva del Grexit se desvanecería, ha cobrado una nueva utilidad para Schäuble. ¿Qué quiero decir con esto? Fundado en meses de experiencia negociadora, mi convicción es que el ministro de finanzas alemán quiere expulsar a Grecia de la moneda común para instalar el temor de Dios en los franceses y obligarles a aceptar su modelo de una Eurozona disciplinaria” (The Guardian, 11 de julio de 2015).

Es una hipótesis plausible. Por lo menos, no se detiene en las formas e intenta captar el fondo. Recuerda que las largas negociaciones que ya llevan cinco meses, se produjeron “en condiciones de asfixia monetaria” provocadas intencionadamente por el Banco Central Europeo. La salida de Grecia, popularmente denominada Grexit, es lo que necesita la Troika “para limpiar el aire”. O sea para doblegar a los díscolos, no sólo a los griegos, sino a los españoles de Podemos y a cualquiera que se atreva a desafiar al capital financiero. Por eso Varoufakis sostiene que “Alemania no escatimará en el dolor griego –tiene interés en rompernos”, como se titula su artículo.

Hay, empero, otras voces igualmente lúcidas

Paul Craig Roberts, el subsecretario del Tesoro en la administración de Ronald Reagan, sostiene que a los miembros de la Troika no les interesa encontrar una solución a la crisis griega, sino que ésta les sirve para establecer una estructura de poder más centralizada en la que el Banco Central Europeo determinará la política para todos los países de la región. Sostiene que los dirigentes del país heleno saben que no les permitirán abandonar la Unión Europea: “Es muy posible que los griegos sepan que no pueden declarar suspensión de pagos e irse, pues si lo hacen serán asesinados. Seguramente se lo han dejado muy claro. No me sorprendería que les hubieran dicho directamente: ‘Podéis montar todo el espectáculo que queráis, pero si os vais estáis muertos'” ( http://kingworldnews.com , 26 de junio de 2015).

El Nobel de economía Paul Krugman no ocultó su indignación. Se trata de un golpe de Estado: “Esto va más allá de la venganza pura, la destrucción completa de la soberanía nacional y la falta de esperanza de alivio”. Y agrega: “El proyecto europeo (un proyecto que siempre he alabado y apoyado) simplemente ha sufrido un golpe terrible, tal vez fatal. Y piense lo que piense de Syriza, o Grecia, no fueron los griegos los que lo han dado” (El País, 13 de julio de 2015).

Algo muy importante ha cambiado en las últimas semanas. Algo que quizá demoremos aún cierto tiempo en comprender. La muerte del proyecto europeo, como dice Krugman, puede ser apenas la parte visible de un daño aún mayor. Cualquier proyecto que salga fuera del control de capital financiero, será torpedeado por los estados poderosos.

Información adicional

Autor/a: Raúl Zibechi
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