Parece que fue ayer: el golpe de Estado en Chile

Con un escaso margen frente al candidato demócrata, Richard Nixon logró en 1968 la presidencia de los Estados Unidos. Ese triunfo estuvo precedido de asesinatos que poco a poco han salido a la luz pública. Don Fulson, periodista norteamericano encargado de cubrir las noticias de la Casa Blanca en esos años, muestra en su libro: The Mafia’s President: Nixon and the Mob1los vínculos orgánicos de Nixon con el crimen organizado. El apodo de tramposo (Tricky Dick) que le molestaba intensamente es insuficiente para calificar sus escabrosos compromisos de con la criminalidad. Recordar esa historia es fundamental para valorar el golpe militar contra el presidente Salvador Allende hace 50 años.

Nixon tenía una relación especial con Batista, y con el mafioso Meyer Lansky quien manejaba el negocio de los casinos y la prostitución en Cuba. También con el mafioso cubano Bebe Rebozo, afincado en la Florida. La victoria de la Revolución Cubana representó un inesperado golpe a sus propiedades y proyectos. La candidatura de Nixon a la presidencia por el partido Republicano fue una luz de esperanza para la mafia. Pero la victoria inesperada del candidato demócrata John Kennedy se convirtió en un revés con el que no contaban.

La derrota de Bahía Cochinos fue para Nixon y la mafia la confirmación de la necesidad de actuar contra el nuevo gobierno, cuyo anticomunismo valoraron blando e ineficaz. Esta voluntad se afirmó durante el episodio de los misiles. El arreglo que Kennedy y Jruschov alcanzaron para superar la crisis, fue considerado una derrota para norteamérica por el grupo de Nixon y sus mafiosos. Asumieron la inminencia de una reelección de Kennedy para el periodo (1964-1968) como una posibilidad inaceptable. El asesinato del Presidente se convirtió en proyecto y se cumplió exitosamente en Dallas el 22 noviembre de 1963.

Los documentos secretos del gobierno norteamericano, hoy de dominio público, y el testimonio de personas cómplices del homicidio, han permitido reconstruir esta secuencia trágica. El libro de Fulson es fundamental en la dilucidación de lo que se mantuvo como misterio durante esos años.

El otro asesinato inevitable fue el de Robert Kennedy, quien se postuló para la presidencia durante el periodo (1968-1972). La opción, aceptable para Nixon y su entorno, de una reelección del presidente demócrata Jhonson para ese periodo, se evaporó cuando éste tomó la decisión de no postularse para tal opción. Esta situación se volvió premisa de un triunfo inevitable de Robert Kennedy.

La sociedad norteamericana, según un analista de la época, el editor de la revista Time, Hedley Donovan, se encontraba en una especie de situación revolucionaria. En la conspiración que culminó con el asesinato de Robert Kennedy se tiene ya establecido, jugó un papel de primer orden Jimmy Hoffa, jefe mafioso ligado a los sindicatos de camioneros y amigo personal de Nixon, cuya elección como Presidente se tornó una opción inevitable para la élite corporativa de los Estados Unidos.

Son estas las condiciones histórico culturales, y geopolíticas globales, que precedieron la elección de Allende y su posesión como Presidente en el año de 1970. En el libro Legado de cenizas, de Tim Weiner, las directivas de Kissinger para abordar la situación creada, se relatan en los siguientes términos: “Había calificado a Chile, en una célebre frase, como una daga que apuntaba al corazón de la Antártida; pero el caso es que en marzo de 1970 aprobó un programa de guerra política para aplastar a Allende con un presupuesto de 135.000 dólares. El 27 de junio, mientras añadía otros 165.000 dólares, observaba: ‘No veo por qué tenemos que dejar que un país se haga marxista sólo porque su población es irresponsable’”2.

El papel de la prensa fue decisivo en la conspiración. Weiner presenta ese protagonismo en los siguientes términos: “En primavera y el verano de 1970, la CIA puso manos a la obra. Tanto en el territorio estadounidense como en el extranjero, suministró propaganda a destacados reporteros que actuaban como verdaderos taquígrafos de la agencia”. Y en lo concerniente a Chile cuenta: “Paralelamente en Chile ‘se hicieron correr rumores, se arrojaron octavillas y se distribuyeron panfletos’ según relataría Helms (jefe de la CIA en ese momento). El objetivo era aterrorizar al electorado; ‘mostrar que una victoria de Allende corría el riesgo de destruir la democracia chilena –en palabras de Helms: Fue un esfuerzo agotador, pero el efecto discernible parecía ser el mínimo’”3.

Las acciones terroristas y conspirativas, derrotadas en ese momento, arreciaron después de 1972 cuando Nixon fue reelegido  por una mayoría aplastante del electorado norteamericano para el periodo 1972-1976. Nixon comenzó su segundo periodo como Presidente con una legitimidad que no estaba en sus cálculos. Al gobierno de Allende se le decretó fecha de vencimiento. Así se fue consolidando la conspiración para el golpe de Estado. Weiner la sintetiza en los siguientes términos: “Casi tres años después de que Allende ganara las elecciones, un joven agente de la CIA en Santiago, que respondía al nombre de Jack Devine y que muchos años después se convertiría en el jefe en funciones del servicio clandestino, envió un comunicado que fue directo a Kissinger, a quien Richard Nixon acababa de nombrar secretario de Estado. El cable decía que, en el plazo de unos minutos o de una horas, Estados Unidos recibiría una petición de ayuda de “un oficial clave del grupo militar chileno que planeaba derrocar al presidente Allende”. El golpe se produjo el 11 de septiembre de 1973”4.

Al evocar estos trágicos acontecimientos no se busca una experiencia catártica. Se trata de otra cosa. La humanidad enfrenta hoy riesgos existenciales. El 1 por ciento de la élite global fantasea con una salida apocalíptica que los salvaría a ellos. Este mezquino y egoísta cálculo, tiene que ser enfrentado drásticamente para salvar a la humanidad, salvando incluso a ese 1 por ciento. Condición imprescindible de esa tarea de salvación consiste en garantizar, tanto en lo local como en lo global, la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición.  

1   Don Fulson, The Mafia’s President: Nixon and the Mob, Ed. Mac Millan 2017.

2   Tim Weiner, Legado de cenizas, Ed. Random House Mondadori, 2007, p. 322.

3   Ibíd., p. 323.

4   Ibíd., p. 331.

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Información adicional

Autor/a: Gonzalo Arcila Ramírez
País: Chile
Región: Suramérica
Fuente: Periódico desdeabajo N°304, 18 de julio-18 de agosto de 2023

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