En materia política, el sistema internacional presenta, a grandes rasgos, mucha turbulencia e inestabilidad. Las guerras de Ucrania y Gaza son tan sólo un ejemplo. Podría mencionarse la crisis de refugiados en Europa, y los problemas de pobreza y conflictos armados en buena parte de África, dinámicas que afectan, evidentemente, a los procesos de investigación en ciencia y tecnología. Sin embargo, como en la vida, no todo es blanco o negro.
La Guerra Fría parece haber quedado atrás. Por lo menos en su denominación y modos de trabajo. Ya no vivimos un mundo bipolar. Durante la Guerra Fría, la ciencia y la tecnología se dividía claramente en dos. Después de la caída del Muro de Berlín y hasta la fecha, vivimos un mundo multipolar cuyos ejes principales son: Estados Unidos, Rusia, India, China, la Unión Europea, los países árabes, en fin, el grupo de los Brics. Lo demás queda como telón de fondo.
A un mundo multipolar le corresponden desarrollos de ciencia y tecnología multipolares. El mejor ejemplo es la exploración del espacio extraterrestre y la conquista, una y otra vez, de la luna; y claro, la exploración de marte, principalmente. La potencia política de un país se mide por sus capacidades científicas y tecnológicas. Es por esta razón que la India y la China, y muy recientemente también los Emiratos Árabes Unidos y su manera, también Japón, se han unido a la carrera espacial.
El mensaje no es difícil: estas son mis/nuestras capacidades científicas y tecnológicas, y ellas responden a planes, programas, equipos humanos y capacidades de inversión a largo plazo.
Existe un complejo proceso de competencia, de observación recíproca y de aprendizaje mutuo en este campo.
Un segundo ejemplo conspicuo son los fantásticos experimentos e investigaciones que se llevan a cabo en el Cern (Centro Europeo de Investigación Nuclear). Más de ochenta países participan activamente en estudios e investigaciones sobre cosmología, astronomía, astroquímica, mecánica cuántica, exobiología, reestructuración o transformación del Modelo Estándar en física –física de partículas–, y otros aspectos adicionales.
Los trabajos que se adelantan en el Cern son públicos, abiertos, colaborativos, al margen de las turbulencias políticas, económicas y militares. Dos cosas, aparentemente contradictorias, cabe destacar en este marco. De una parte, es el hecho de que la ciencia y las tecnologías no existen como tales. Como abstracciones del conocimiento. Por el contrario, la ciencia y la tecnología existen en un marco específicamente nacional. Así, hay una física estadounidense y una física China; una química alemana y una química francesa, por ejemplo. Este reconocimiento está estrechamente vinculado con los sistemas nacionales de educación, en cada caso. Y su mejor expresión es el reconocimiento explícito de que los grandes premios en ciencia y tecnología –desde los premios Nobel hacia abajo, en una muy amplia gama– son motivo de orgullo nacional y de disputas, rencillas, y confabulaciones nacionales en contra de las investigaciones en otro país, por parte de otros investigadores.
De otra parte, al mismo tiempo, existen francos procesos de colaboración que existen más allá de los resquemores nacionalistas y de las disputas patrióticas. La Estación Espacial, el Cern, la exploración del cosmos, el seguimiento de la crisis ambiental, constituyen ejemplos notables a gran escala.
Algunos avances de punta en ciencia y tecnología en el marco del sistema internacional
Los más destacados avances en ciencia y tecnología son los siguientes:
• Crispr. La tecnología Crispr –el acrónimo para Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, en inglés; Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas, en español– permite no solamente leer los genes humanos, sino, mejor aún, editarlos; esto es, escribirlos, reeditarlos, remplazarlo, moverlos. Es la continuación inmediata del Proyecto Genoma Humana –que sólo hizo su lectura–. Desarrollado originalmente como una tecnología médica, tiene alcances perfectamente inimaginables que, negativamente, apuntan en una dirección hacia la eugenesia, y de otra parte a la intervención en enfermedades antes de que surjan, e incluso antes de que una pareja decida tener hijos, por ejemplo.
En 2020 dos investigadores, una estadounidense, y otra de origen francés, ambas trabajando en el Max Planck Institute, recibieron el premio Nobel por sus contribuciones al desarrollo de esta tecnología.
• Biología sintética. A la fecha, se han producido tejidos y sangre sintética, lo que ha contribuido significativamente a la salud y a la guerra contra diferentes enfermedades. La biología sintética lleva apenas veintitrés años de existencia. Se está trabajando en la producción sintética de órganos. El horizonte siguiente sería la producción de seres vivos sintéticos. Aunque puede rayar con la ciencia ficción, los avances son sólidos y vertiginosos.
• La Web 3.0. Ya existen numerosos dispositivos móviles y michos estáticos que trabajan con biometría; acceso a cuentas bancarias, apertura de celulares y tabletas, identificación de seguridad. La web 3.0 será aquella que sea capaz de leer e identificar emociones; alegrías, tristezas, depresiones, y demás. Y entonces, por sí mismo, el celular o la tableta o el computador puede decidir abrir o no ciertas páginas, llamar a un médico, en fin, identificar ciclos emocionales o psicológicos. Actualmente nos encontramos en la web 2.0. Se calcula que la web 3.0 estará activa en máximo un par de años. Los sistemas de crédito social –en la China en Inglaterra, e incluso ya en Colombia–, constituyen el primero de los avances en la dirección de la web 3.0. Sus usos serán múltiples, desde control social, hasta el diagnóstico de riesgos de intentos de suicidio, por ejemplo.
• La Inteligencia Artificial (IA). La IA llegó para quedarse. A pesar de los rechazos y recelos por parte de gobiernos, fabricantes e investigadores en el tema, la inteligencia es un hecho consumado; esto es, una realidad irreversible. Cada semana se desarrolla en el mundo, con múltiples finalidades, por lo menos una aplicación semanal. Originada por primera vez en 1956, la IA aparece y se dispara a partir del año 2020. Sus usos son cada vez más variados, con finalidades al mismo tiempo peligrosas desde el punto de los derechos humanos, y beneficiosas desde el punto de vista educativo, médico y social. No existe un único centro de desarrollo en este campo, lo que quiere decir que sus avances tienen orígenes multipolares.
• La robótica. Incluida, muy recientemente, la robótica de enjambre, se trata del proceso de desarrollo de capacidades tecnológicas que pueden llevar a cabo o bien tareas específicas, o bien, propósitos generales (multi-purpose machine). La robótica de enjambre se refiere a la acción colectiva de robots –terrestres, aéreos y submarinos– que pueden actuar o comportarse como verdaderos colectivos de acción y de aprendizaje. Naturalmente, los usos de la robótica permean ya a la vida cotidiana, y lo mejor de una parte de la ciencia los usa para fines de investigación; por ejemplo.
• El telescopio espacial James Webb. En este caso se trata de una herramienta puntual que apunta a un magnífico programa de investigación científica básico. Se trata de la cosmología científica –que nace propiamente en 1964–. El telescopio James Webb ha empezado recientemente sus observaciones, pero ya ha permitido ver, por ejemplo, que el más antiguo agujero negro se creó apenas 600.000 años después del Big-Bang, lo cual constituye una auténtica sorpresa. El universo es un fenómeno inimaginablemente vasto. Los más grandes misterios aún por desvelarse, tales como la naturalez y el origen de la energía y de la materia oscura, en fin, el mismo Big-Bang. Hay que decir que la teoría inflacionaria del Big-Bang –que es el nombre técnico de la cosmología científica–, es el resultado de un fantástico aparato matemático. Pues bien, el observatorio James Webb está confirmando la naturaleza matemática del universo, ahora, por vía de observación. Un logro impresionante.
Ciencias sociales y humanas: la cara oculta de la Luna
Siempre que se habla de ciencia y tecnología –y muy especialmente: el impacto del régimen político internacional en la ciencia y la tecnología– se tiende a omitir la importancia de las ciencias sociales y humanas.
La verdad es que en los países de ingresos bajos y medios la mayoría de las investigaciones científicas, o por lo menos el cincuenta por ciento de la misma, pertenecen a las ciencias sociales y humanas.
Un ejemplo elemental: entender la guerra de entre Israel y Hamás, sus extensiones y consecuencias es inmediatamente un asunto de las ciencias sociales, en general. O bien, entender los fenómenos de información y desinformación acerca de la guerra entre Ucrania y Rusia en toda la extensión de la palabra es también un asunto de compete inmediata y directamente a las ciencias sociales y humanas. En fin, un tercer ejemplo: entender la gravedad del racismo en Europa, las crisis de las pateras y los cientos de muertos africanos en el Mediterráneo y las dificultades de ingreso a Europa es un tema propio de las ciencias sociales y humanas.
No es, contra todas las apariencias, simple y llanamente, un asunto de información y de medios de comunicación.
La sobreacentuación de la ciencia y la tecnología en las mal llamadas ciencias naturales o positivas y el desplazamiento a lugares secundarios de las ciencias sociales y humanas, y con ellas, de las humanidades, forma parte del impacto del régimen política internacional en la investigación y en la educación científica.
Los propios científicos sociales y los humanistas han caído en esta trampa. Sus producciones académicas y científicas se miden con los mismos patrones e indicadores que las ciencia naturales y exactas, generando así una fuerte asimetría y una estratégicamente mal elaborada ponderación de la educación en ciencia y tecnología.
Mientras no se ponga en el escenario, al mismo nivel, a un grupo de ciencia y al otro, se estarán sentando las condiciones de violencias simbólicas con muy nefastas consecuencias para la propia sociedad.
Dicho sin más ni más, no todo es ciencia y tecnología (CyT); peor aún: ciencia, tecnología e innovación (CTI). En muchos países: ciencia, tecnología y emprendimiento (CTyE). Existe, cabe decirlo, por acción o por omisión, una invisibilización de las ciencias sociales y humanas y de las humanidades. Este es, sin la menor duda, uno de los más serios impactos del régimen internacional, de las disputas del mundo multipolar. Sin editorializar, lo que está en juego es el sentido de la existencia humana misma en el marco de la biosfera.
Una observación sobre las guerras en curso y las tecnologías militares
Las guerras en curso, numerosas en África, pero principalmente las guerras en Ucrania y en Gaza, son básicamente dos fenómenos paralelos, de cara al impacto en una de las esferas más sensibles en ciencia y tecnología: la ciencia y tecnología militares.
Tres elementos puntuales cabe destacar. En primer lugar, particularmente en el caso de la guerra en Ucrania, se trata de guerras de desecho y de ensayo. En efecto, no se está empleando allí la mejor tecnología militar existente. Los bandos, incluidos los Estados Unidos y la Unión Europea, están aprovechando esta guerra para deshacerse de tecnologías caducas, desuetas.
No hay que olvidar que la industria militar es eso: una industria de un complejo altamente estructurado. El modelo de producción industrial en gran escala es masivo; literalmente fordista. Esto no ha cambiado para nada hasta la fecha. Pues bien, se ha producido un acumulado de armas y tecnologías que con el tiempo se hacen creciente y rápidamente caducas. La guerra de Ucrania es una buena oportunidad para deshacerse de herramientas y armas que no son precisamente las más avanzadas y eficaces.
Las mejores y más terribles armas no están siendo utilizadas aún. Unos y otros se observan. Y terceros también observan y estudian las dinámicas en curso. Vale recordar que la guerra en Ucrania le cuesta a cada bando noventa millones de euros al día.
Las guerras en África, a su vez, se usan también para ello, para deshacerse de tecnologías crecientemente vetustas.
En segundo lugar, las guerras de Ucrania y de Gaza lo son de ensayo para cuando venga la verdadera guerra. Verosímilmente, la Tercera Guerra Mundial.
Tirios y Troyanos observan numerosas cosas: cadenas y tiempos de aprovisionamiento; modos y sistemas de comunicación; tiempos de acción y de reacción; enlaces directos e indirectos, y demás. Cruel como suena (o se lee), las guerras en curso lo son de ensayo u observación, de mucho aprendizaje; simples entrenamientos.
En tercer lugar, las mejores estrategias, armas, ciencia y tecnología militares son desconocidas. Los expertos tienen la capacidad de adivinar eventuales desarrollos. Pero parte de la inteligencia militar está en mantener las mejores cartas ocultas para el golpe de mano final.
Este panorama comporta la articulación de guerras de tercera, de cuarta y de quinta generación combinadas. Habrá que abrirle un espacio posterior a este tema.
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