¿Hay una lógica incluso en la filosofía?

El artículo que ahora se encuentra frente a ustedes resultó fruto de una provocación que tal vez incluso resulte ser demasiado humana, se trata de un sencillo comentario al libro recién publicado en esta misma editorial De las provocaciones humanas. Crítica de la razón moderna capitalista, escrito por Jesús Antonio Villalobos Rubiano.

A lo largo y ancho de su lectura, me acompañó más que un pensamiento, una sensación, a saber, si hay o no una lógica que se vea manifiesta en lo que nosotros conocemos como filosofía. Aunque dicho sea de paso, he de confesar que la pregunta no es mía, sino que pertenece a Albert Camus; en un libro publicado en 1942 casi a la par de El extranjero y que lleva por título El mito de Sísifo, y en el quese pregunta “¿hay una lógica incluso en la muerte? casi inmediatamente después de afirmar que sólo hay un problema realmente serio en la filosofía: la muerte, pero más esencialmente aún, el suicidio.

La metáfora del filosofar como una forma de suicidio no es algo que quiero presentar como algo mío, sino que en cambio lo que quiero resaltar es el factor de que precisamente los pensamientos o sensaciones más bellas que pueden emerger de lo más profundo de nosotros, en la gran mayoría de los casos, surgen de una provocación de algo que logró afectarnos en ese abismo de donde creemos emana el pensar. Pues si un texto ha seducido o provocado algo en alguien se puede decir, entonces, que logró su cometido. Este comentario es, a su vez, no otra cosa sino un anuncio de una reflexión que, espero, el futuro me permita llevar a cabo.

El texto de Villalobos, me da la impresión, intenta conducir el desarrollo de su argumento bajo la contraposición de cuerpo y mente o pensar y sentir. Esto bajo esa imagen ya tan arraigada a nosotros de que pensar y sentir son actividades opuestas, que mientras el cuerpo siente, la mente, por otro lado, se encarga de pensar y, que consecuentemente, en tanto que la filosofía se encarga del pensar, ha sabido dejar un poco de lado el cuerpo que siente mientras se ve abstraída por los pensamientos a los que la mente la eleva. Me he visto pues, seducido bajo la idea de que el autor quiere borrar en nosotros esta impresión, resaltando en ejemplo a un filósofo que aun cuando es considerado por la historia del pensamiento como racionalista, no deja de lado la idea de que todo pensar nace desde el cuerpo.

Así como el ejemplo de Spinoza, que Villalobos resalta en su experiencia con el pensamiento filosófico, también encontramos muchos otros ejemplos que se hacen notar desde el pensamiento clásico griego de ver la πόλις (ciudad) como un cuerpo viviente cuyo peligro más inminente no es la amenaza externa, sino la crisis interna o, dicho de otra forma, la enfermedad intestinal, idea que vuelve a estar presente dentro de los considerados primeros filósofos modernos, como los son Maquiavelo y Hobbes; este último, de hecho, ha escrito uno de los tratados más extensos que conozco sobre el cuerpo, más extenso incluso que el bien conocido Leviatán, del que por lo demás parte su argumentación resaltando como punto inicial el cuerpo y las sensaciones. Evento que puede despertar en el lector la sensación de que estas ideas que tenemos nosotros del pensar y el sentir como opuestos y, asimismo, del filósofo como alma gloriosa que se da el gusto de omitir el cuerpo no es sino un legado de lo que todavía nos queda de la escolástica, idea en la que tendríamos no solo el deseo, sino además la necesidad de contraargumentar o discutir.

El autor de las Provocaciones destaca, siguiendo este mismo hilo, como también lo haría Heidegger en ¿Qué significa pensar?, la importancia de considerar el cuerpo como el órgano que se encarga de pensar. Visto de esta manera, lo que hace que alguien sienta el deseo de escribir o de abordar la filosofía es lo mismo que impulsa a un poeta o literato a entregar su cuerpo en las páginas que escribe con su propia sangre; tanto el poeta como el filósofo se ven provocados por un algo que los seduce a discurrir en su campo, cosa que me hace pensar, ya un poco por fuera de la lectura de estas Provocaciones, que tal vez estamos tan arraigados a esta imagen escolástica de la filosofía como buscadora eterna del bien, que puede que todavía haya cabida a un cuestionamiento al interior de la filosofía: si es verdad, pues, que la filosofía es deseo, entonces ¿Qué desea la filosofía?

Si seguimos esta lógica quizás podamos llegar a comprender por qué Camus diría que el suicidio es el único problema realmente serio en la filosofía, siendo tal vez el problema del bien solo uno de los problemas cómicos o no serios en los que se han visto involucrados los filósofos. Por este mismo camino también entendemos que si bien esa contraposición a la que ya estamos tan acostumbrados de µύθος (relato) versus λόγος (pensar-discurso) esté suficientemente bien justificada si tenemos bajo perspectiva que lo que se opone juega bajo los términos del pensar y el narrar, acciones cuya corporalidad no es tan evidente; no obstante, el sendero que nos sugiere Villalobos, en coherencia con su argumentación, se encamina por la oposición entre magia y pensar, esto para resaltar la corporalidad que hay en ambas acciones.

El recorrido por el que nos guía el autor nos hace ver lo involucrado que estaba el cuerpo en las actividades mágicas que se llevaban en la alquimia, por no decir nada de la dedicación que implicaba para un alquimista lograr su cometido, a saber, la transmutación de la materia. De fondo todavía podemos ver el contraste de la idea que queremos borrar, la de la transmutación del alma, con la que ahora se nos presenta ante nosotros como salida de la nada, la de la transmutación de la materia; no es, sin embargo, arbitrario que la magia salga de la nada, sino que es perfectamente lógico, teniendo en cuenta que es la magia precisamente de lo que estamos hablando, y por lo demás, la corporalidad que se encuentra tan inmiscuida en la magia es lo que también nos permite seguir el camino de la corporalidad de la filosofía.

Ahora bien, el problema de la magia le permite también al autor pararse en la contemporaneidad y presentarnos lo que a ojos del que se pregunta ¿qué significa pensar? Es el problema de la modernidad, esto es, la técnica y la tecnología. Si en tiempos pasados la magia abordaba y daba explicación o recurríamos a ella siempre que no entendíamos algo, ese puesto, nos dice Villalobos, lo ocupa ahora la tecnología, evidencia de ello es el hecho de que si bien todos hacemos uso cotidiano de la tecnología con celulares o computadores (cosa que no nos hace magos), muy pocos pueden dar cuenta de todos los diferentes procesos que ocurren detrás de esas pantallas, para la gran mayoría de nosotros el hecho de tocar la pantalla u oprimir una tecla y que como resultado obtengamos algo allí mismo no es otra cosa diferente a una obra mágica, la tecnología hace ahora la magia por nosotros.

Este puede que sea el eje problemático de lo que a la magia refiere, el hecho de que nosotros estemos completamente desentendidos de lo que ocurre detrás de la pantalla como detrás del telón, nos hace completamente ignorantes de las implicaciones que ese proceso pueda tener en lo más cotidiano de nuestras vidas. El ya citado Martin Heidegger nos expone a la modernidad como un proyecto, uno en el que el hombre moderno se abalanza sobre el mundo para dominarlo, idea que también el autor de las Provocaciones retoma; asimismo, la ciencia moderna le ha resultado de inmensa utilidad a este proyecto de dominación precisamente porque no se puede dominar aquello que no se conoce, y esta le ha permitido al hombre moderno tener un entendimiento de los fenómenos del mundo bastante eficiente. Por otro lado, la tecnología termina siendo esa herramienta tan necesaria de la que se vale el proyecto modero para llevarse a cabo a sí mismo.

Villalobos nos trae a colación un ejemplo claro de algo que Kuhn llegaría a afirmar con respecto a la promesa que ofrece la magia de poseer el conocimiento y el control sobre todas las cosas: la ciencia normal consiste en la realización de esa promesa (Villalobos, 2022). Recordemos que los alquimistas de otros tiempos dedicaban sus vidas, el mayor de sus esfuerzos, en la promesa de la transmutación de la materia; hoy en día dicha promesa la cumple el acelerador de partículas demorándose mucho menos de lo que lo haría un alquimista. Así las cosas, podríamos incluso llegar a pensar que, tal como lo prometieron ahora en nuestros tiempos los progresistas, un progreso tecnológico lleva consigo un progreso moral. Por desgracia para nosotros esta afirmación queda puesta bajo cuestionamiento desde la forma en cómo se inician las Provocaciones: Si esto fuera así, el avance científico moderno no nos hubiera llevado a la creación de la bomba atómica.

Si bien ya hemos visto que dentro de la filosofía se puede destacar una necesidad de desarraigo de esa idea a la que ya venimos tan acostumbrados, parece que todavía el deseo o la necesidad de la filosofía aún como quehacer no nos parece todavía tan necesario. Aunque estas Provocaciones resulten ser, más que una necesidad, justamente eso una provocación que despierte el deseo de pensar y cuestionarse sobre las cosas que exigen ser cuestionadas, tal vez y sólo tal vez así, nos sea posible entender que la filosofía consiste en un deseo de vivir para evitar que no solo nuestro cuerpo perezca, sino también evitar la muerte del ser humano moderno que, al parecer, no le incomoda vivir sin vida o dejar morir a su comunidad en aras de la supremacía de la individualidad.

Fotografía: De izquierda a derecha, Mauricio Carvajalino, Amanda Rincón, Jesús Antonio Villalobos, 4 de noviembre 2022.

Información adicional

Autor/a: Mauricio Carvajalino
País: Colombia
Región: Sudamérica
Fuente: Periódico desdeabajo Edición noviembre 18 - diciembre 18 - 2022

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