Devenimos imperceptibles para hacernos presentes, desaparecemos para brillar colectivamente con inusitado esplendor, para aparecer cargados/as de animales, máquinas, plantas y rocas. Siendo así, ¿cómo comprender el específico ensamblaje de los diversos escritos que componen La cuestión animal(istas)? Ciertamente no desde un lugar soberano que a partir de su infinita sapiencia ordena lo que se encuentra bajo su control. Todo lo contrario. Si tales textos componen esta obra, sigamos la maravillosa intuición que se desprende de la sonoridad de las palabras: La cuestión animal(ista) no constituye un gran compendio lleno de prentensiones universalistas, e sun libro hecho musicalmente, rítmicamente, y, de entrada ha sido distribuidos ciertos tiempos, tiempos fuertes y tiempo débiles. Sin embargo la distribución que aquí proponemos no tiene que ser la de otros y otras. En fin… Sabemos que “la lectura es todo un ejercicio repiratorio, un ehercicio rítmico, antes de ser un ejercicio intelectual [a saber, “arrogantamente humao”]”. Gilles Deleuze

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