La revolución kurda mira hacia una posible integración estatal en Turquía y Siria

La guerrilla PKK y el Gobierno de Erdogan negocian indirectamente un proceso de paz, mientras en Siria las FDS anuncian un pacto con el nuevo Ejecutivo de Damasco para su integración.

Tras más de 40 años de lucha guerrillera en Turquía y 13 de autogobierno en el noreste de Siriael movimiento revolucionario kurdo negocia su integración en ambos países. Esto puede suponer un giro histórico que ponga fin a un conflicto con miles de muertos, al mismo tiempo que rebaja las expectativas de transformación social en el Kurdistán, territorio que se expande por Turquía, Siria, Irak e Irán.

“Reúna a su congreso y tome la decisión de integrarse con el Estado y la sociedad: todos los grupos deben deponer las armas, y el PKK debe disolverse“, rezaba el comunicado de Abdullah Öcalan, líder y fundador de la guerrilla kurda PKK, encarcelado en Turquía desde 1999. A continuación, la organización declaraba un alto el fuego y condicionaba el proceso de paz a la participación directa de su líder.

Mientras, en Siria las negociaciones avanzan para la integración territorial del autogobierno liderado por los kurdos. Recientemente se anunció un acuerdo entre los representantes de esta región, la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES), y el nuevo Gobierno provisional de Damasco, encabezado por al-Sharaa, líder del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS).

Las barricadas se levantan en los barrios de Sheikh Maqsoud y Ashrafiyeh, en la ciudad dividida de Alepo. Personas desplazadas de la región de Afrin empiezan a volver a sus casas. Los combates entre el proxy –ejército supuestamente independiente pero que responde a sus intereses– turco del Ejército Nacional Sirio (ENS) y las fuerzas kurdo-árabes amainan.

No obstante, voces de la Administración kurda consultadas por Público afirman que es un acuerdo en falso y que, en todo caso, hay un largo camino por recorrer.

Las negociaciones en Turquía

En octubre de 2024, tras tres años de aislamiento absoluto en Turquía, Abdullah Öcalan recibió la visita de su sobrino y diputado del partido prokurdo DEM, Ömer Öcalan. Dos meses más tarde, se hizo pública la propuesta por parte de un actor sorprendente, Devlet Bahçeli, socio de coalición de Erdoğan como líder del partido ultranacionalista MHP –históricamente reacio a cualquier tipo de negociación–.

“Que él declare que el terrorismo ha terminado por completo, (…) entonces se podrá abrir completamente el camino sobre el uso del derecho a la esperanza para que pueda beneficiarse”, dice la propuesta de Bahçeli. En contraparte, el comunicado de Öcalan demanda explícitamente la disolución de la organización sin peticiones de autonomía a cambio.

Estas negociaciones, incipientes, son las primeras después del fracaso del Proceso de Dolmabahçe (2013-2015). Como aquella vez, Erdoğan precisa de más votos en el Parlamento, los votos del partido prokurdo. En 2013, era para aprobar una enmienda constitucional que transformara Turquía en un régimen presidencialista, algo que consiguió finalmente en 2017 tras un referéndum. Ahora, es para ampliar los dos mandatos posibles de esa Constitución.

Este nuevo escenario puede suponer una divergencia de intereses en el bloque de oposición a Erdoğan. En las elecciones presidenciales, el partido prokurdo decidió no presentar candidato propio para apoyar al CHP, principal partido de la oposición, de ideología postkemalista. La misma dinámica sucedió en alcaldías del oeste en las elecciones municipales, con el CHP acaparando el voto kurdo.

Las últimas negociaciones por la paz fracasaron cuando Selahattin Demirtaş, líder del partido parlamentario prokurdo, finalmente rechazó llegar a acuerdos con Erdoğan. “¡No le haremos presidente!”, exclamó. Y a finales de 2015, el PKK y sus filiales llamaron a la insurrección dentro de las propias ciudades, y la guerra provocó la destrucción de urbes como Cizre, Silopi, Nusaybin…

Desde entonces, la guerrilla ha ido perdiendo terreno progresivamente, y el grueso de los combates se trasladó a Irak y Siria. “Nuestra esperanza es Rojava –Kurdistán sirio–”, afirma Hayrettin (nombre falso), un exmiliciano. 

Es ahí, en Rojava, donde FDS, YPJ y YPG, fuerzas armadas nacidas del PKK pero independientes de él, construyeron la AANES, que ocupa más de un cuarto del territorio nacional sirio, lo habitan cuatro millones de personas y se rige bajo los principios del confederalismo democrático, el corpus ideológico de Öcalan.

Las negociaciones en Siria

Mientras en Turquía estas negociaciones se producen en la más estricta opacidad, en Siria se suceden los comunicados y las entrevistas. Varios puntos de fricción destacan entre la región autónoma de la AANES y el gobierno provisional de Damasco: federalismo o centralismo, integración de las fuerzas kurdo-árabes como grupo diferenciado o a título individual, o la expulsión de los cuadros del PKK emplazados en territorio sirio.

Al-Sharaa, anteriormente conocido como Al-Golani (su nombre de guerra), se autoproclamó presidente de Siria el 29 de enero. En un primer momento, marginó al sector kurdo y a otras minorías del proceso de transición, previsto inicialmente para varios meses y después reprogramado en tres años.

Existen dudas razonables de su compromiso democrático debido a su pasado yihadista: combatió por Al Qaeda en Irak; se alió con el Estado Islámico, fundó Jabhat al-Nusra como filial en Siria; volvió a alinearse con Al Qaeda y renombró la organización como Jabhat Fatah al-Sham; y finalmente formó junto a otros grupos Hayat Tahrir al-Sham (HTS), ahora en el poder y oficialmente disuelto.

“Con un gobierno dominado por HTS en Damasco, las minorías que sufrieron bajo las organizaciones extremistas islámicas no tienen planes de regresar a sus hogares en el futuro cercano“, afirma un informe del Centro de Información de Rojava (RIC).

Después de numerosas masacres revanchistas contra la minoría alauita, a la que pertenecía Al Asad y que ha debilitado la confianza en Al-Sharaa como la persona capaz de unificar el Estado, se anunció el acuerdo con Mazloum Abdi, comandante en jefe kurdo y líder en la AANES.

“El Gobierno de Damasco no está a favor de una solución militar, eso generaría un efecto en cadena, en el norte, sur y costa”, piensa Okba Mohammad, periodista sirio. El texto reconoce al pueblo kurdo como “sociedad indígena en el Estado sirio, garantizando su derecho a la ciudadanía”, el primer reconocimiento legal a la identidad kurda en Siria.

La implementación del pacto se realizaría a lo largo de un año, e implica la integración de las instituciones políticas y militares, así como de los recursos naturales, especialmente el petróleo, la energía hidráulica y la agricultura de cereales como el trigo.

Por contra, otras voces son cautas con respecto al pacto. “En Siria todo puede cambiar en un día. Todavía falta mucho camino por avanzar”, afirma una miliciana en condición de anonimato. Otra fuente no autorizada de la Administración asevera que es un acuerdo en falso y que cuestiones como la integración militar no están en absoluto resueltas.

“Para nosotros es muy importante mantener una Siria descentralizada, así como conservar las administraciones que se han establecido a lo largo de estos años”, explica a este diario Ilham Ahmed, copresidenta del departamento de Relaciones Exteriores de la AANES. Contrasta con las declaraciones de Al-Sharaa a The Economist: “Un sistema federal en Siria no tiene aceptación popular”.

El artículo 133 del Contrato Social –la “Constitución” de la AANES– establece que en el momento en el que se redacte una nueva Constitución siria, este Contrato dejará de aplicarse. “Queremos una república siria democrática que represente a todas las comunidades”, afirma Hussein Osman, copresidente del Consejo Ejecutivo de la Administración Autónoma. “La nueva Constitución ha de proteger a todas las minorías que conforman este país”.

Los combates

La estela de un dron dibuja círculos sobre el cielo azul de Kobani. “¡Los turcos nos visitan!”, ríen varios jóvenes en la plaza que está a rebosar. Vecinos y vecinas de Kobane visten sus mejores atuendos, bailan al son de la música, vitorean los cánticos y alzan sus manos con el símbolo de la victoria: están celebrando el décimo aniversario de la liberación de la simbólica ciudad de las manos del Estado Islámico.

La primera gran victoria que posibilitó la creación de la AANES y que, en buena medida, fue posible gracias al Proceso de Paz de Dolmabahçe, ya que Turquía permitió la llegada de refuerzos peshmergas –soldados kurdos iraquíes– para defender la ciudad.

Apenas tres días después del aniversario de la batalla de Kobani, un ataque turco con drones en la misma localidad mata a dos civiles y deja dos heridos. Y es que a la caída de Al Asad le siguió una ofensiva turca contra la AANES.

Turquía realizaba bombardeos sobre población civil, objetivos militares e infraestructuras estratégicas en Rojava, mientras que utiliza como proxy al Ejército Nacional Sirio, una amalgama de facciones terroristas.

Estados Unidos, que mantiene más de un millar de soldados en la región, realiza un doble juego: impide una operación a gran escala sobre todo el territorio, pero permite los bombardeos y operaciones localizadas.

Varios comandantes del ENS han sido acusados de violaciones de derechos humanos, entre los que destaca Abu Amsha, de la Brigada Suleiman Shah e integrado en el nuevo ejército sirio que Al-Sharaa está unificando –de hecho, se apunta a su participación directa en las últimas masacres contra los alauitas–.

En los últimos años, se le acusa a él y a su brigada de varios delitos como secuestros, chantajes, violaciones, asesinatos, confiscación de bienes o esclavización de mujeres –varias fueron descubiertas después de combates entre facciones dentro del propio ENS–.

Pero este no es el único nombre que sobresale: están Abu Ahmad, con vía directa con Ankara, acusado de violación y reclutamiento de niños; Abu Ali Sajo, responsable del paso fronterizo de Bab al Salam; Saif Abu Bakr, Mutasim Abbas, Abu Ahmad Nour, Abu Walid al-Izza, Abu Shaqra… Este último es el líder de la milicia Ahrar al-Sharqiya, que asesinó –y grabó– a Hevrin Khalaf, lideresa del Partido Sirio del Futuro.

Estas milicias proturcas consiguieron capturar las ciudades de Manbij y Tal Rifaat, antes controladas por los kurdos. Desde entonces, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha documentado la muerte de 397 personas.

“Estuvieron más de 50 días perpetuando ataques contra civiles en los alrededores de la presa de Tishren”, afirma a Público Mazloum Abdi, comandante jefe de las FSD. Esta presa se convirtió en el epicentro de los combates, con el ENS recibiendo refuerzos y la AANES organizando convoyes civiles y desplazando a sus unidades de élite. “Si no hubiéramos resistido en Tishren y el puente de Qere Qozaq, habrían caído sobre Kobani como lo hicieron sobre Manbij. Pero resistimos”.

Heridas en la población civil

Hevin lleva un mes viviendo junto a su familia en una pequeña escuela en la ciudad de Raqqa, en Siria. Las aulas del edificio se han convertido en el hogar de más de 160 personas, alrededor de unas 30 familias. “Huimos de Afrin en el 2018 y nos desplazamos hacia Shehba”, relata.

“Hace un mes y medio llegó el Ejército Nacional Sirio y tuvimos que escapar de nuevo. Colgaron la bandera del Estado Islámico en la ciudad y nos robaron nuestras pertenencias“. Human Rights Watch ha documentado graves violaciones de los derechos humanos en las áreas ocupadas por el ENS y miembros de las fuerzas armadas turcas.

Según datos de la agencia de noticias Rojava Information Center (RIC), hay más de 250.000 desplazados internos en la región, de los cuales unos 100.000 son personas que cruzaron el Éufrates procedentes de Afrin.

Khoud Al-Issa, portavoz de la asociación de mujeres Zenobia, con sede en Raqqa, recuerda a sus compañeras asesinadas el pasado 8 de diciembre. “Cuando el ENS entró en Manbij, tres mujeres que pertenecían a la asamblea de nuestra organización en la ciudad fueron asesinadas”, relata.

“Turquía ataca nuestra región bajo el pretexto de que somos una amenaza para su seguridad nacional. ISIS estuvo en la frontera turca durante años. ¿Acaso no era una amenaza para su seguridad nacional?“, pregunta la portavoz.

El pasado 18 de enero, un ataque con drones alcanzó una ambulancia de la Media Luna Roja kurda, “un aparente crimen de guerra”, según Human Rights Watch. “El ENS y las fuerzas turcas han demostrado un patrón claro y preocupante de ataques ilegales contra civiles e infraestructura civil, e incluso parecen celebrarlos”, señala Hiba Zayadin, investigadora de la ONG. Conforme a los últimos datos del Observatorio, 56 civiles han muerto debido a los bombardeos de la aviación turca.

Con el transcurso de las negociaciones, se empiezan a eliminar checkpoints hacia zonas ocupadas por el ENS, y unos pocos civiles comienzan a volver a Afrin. El 90% se ha encontrado sus casas desvalijadas, según datos de Rojava Information Center y de la Organización de Derechos Humanos de Afrin. Además, en los últimos días se ha reportado la retirada de varios de los grupos que conforman el ENS hacia Turquía.

Los procesos de paz no implicarían solo la vuelta de los desplazados kurdos a sus lugares de origen dentro de la propia Siria, sino también el regreso de los aproximadamente cuatro millones de sirios en suelo turco, una situación que mina la base electoral de Erdoğan en un contexto cada vez más xenófobo.

Una economía resentida y el papel de la población árabe

En Damasco todo es más caro. Aquí una bombona cuesta menos de un dólar, allí cuesta diez”, afirma Kareem (nombre falso), que regenta una pequeña tienda de mochilas en el mercado de Qamishlo. El mantenimiento de servicios básicos y la mayor seguridad en la AANES estimuló el apoyo de la población local a la nueva Administración. Mientras en las zonas mayoritariamente kurdas, como Kobani, el apoyo es inquebrantable, en zonas árabes como Raqqa hay más recelo y rechazo.

Un empeoramiento progresivo de la economía en la AANES está convirtiendo lo que era una ventaja en una amenaza, lo que se traduce en mayores tasas de emigración. Los principales sectores económicos en la Administración Autónoma son la agricultura y el petróleo, a lo que se suma la entrada de remesas de dinero por la diáspora.

Además, la región bajo control de la AANES contiene la mayor parte de los yacimientos de petróleo del país, que se concentran en las regiones de Hasaka y a lo largo del río Éufrates, cerca de Deir Ez-Zor. “El petróleo se queda aquí”, afirma a Público Ilham Ahmed, lo cual es poco probable, ya que las refinerías fueron destruidas.

La AANES, al estar rodeada de contrincantes, debe comerciar con el petróleo a través de contrabandistas –como este periódico pudo comprobar en diferentes puntos fronterizos–, con la consecuente pérdida de ingresos debido a los intermediarios.

Los grandes silos siguen manteniendo el precio de las materias básicas bajo control, con un excedente en la producción de trigo –que incluso era vendido al Gobierno de Al Asad–. Aunque la situación económica era un poco mejor que en el resto de Siria, no deja de haber grandes problemáticas. “Esto debería ser verde, ahora es marrón”, dice un internacionalista mientras mira al horizonte.

Turquía ha reducido el flujo de agua que liberan sus presas en el Éufrates a menos de la mitad, afectando a los cultivos o a la producción de energía hidráulica. También pasan factura los bombardeos sobre infraestructuras estratégicas, o los combates en la presa de Tishrin, que dejaron sin electricidad a alrededor de medio millón de personas.

“Aquí el dinero se va al PKK. Todas las minorías deben estar representadas en su conjunto, no bajo la dirección única de los kurdos“, dice el dueño de un bar en Qamislho. Es cristiano natural de Homs, y se desplazó hacia el norte huyendo de la guerra.

Una vez que el Gobierno de Al Asad ha caído, el deseo de gran parte de la población es la unificación del Estado, como quedó demostrado en las celebraciones populares en toda Siria tras el acuerdo entre la AANES y Damasco. “Vamos a tener que aprender kurdo”, ríen en una familia árabe del sur.

¿Un nuevo paradigma?

Una nueva etapa comienza y la partitura no está escrita. Hasta la fecha, el PKK fue el partido hegemónico del movimiento revolucionario kurdo. A principios de los 2000, la unidad del proyecto político estuvo a punto de romperse, pero el proceso acaecido terminó reforzando dicha unidad y provocando la aparición del “confederalismo democrático” como “nuevo paradigma” ideológico.

Este paradigma, escrito desde la prisión por Öcalan, trataba de superar las fronteras de los Estados nacionales en pos de una confederación de pueblos autogestionados. Una posible solución no solo para un pueblo, el kurdo, dividido en cuatro Estados, sino para las diversas minorías que contienen esos Estados.

Esta confederación se basaría en la “liberación de la mujer” -hay un rechazo al término feminismo-, en el ecologismo, la democracia de base y el cooperativismo. La integración y representación de minorías en la AANES ha sido notoria, con un sistema de doble representación –mujer y hombre– en toda institución y la incorporación de las distintas identidades.

Las YPJ, las fuerzas de autodefensa de mujeres, han atraído pasiones a nivel global en una situación paradójica que convive con una sociedad conservadora y patriarcal. El cooperativismo ha sido una pata con menos implantación social, pues, a pesar de los esfuerzos de la Administración, no se ha transformado la estructura económica, todo ello en un contexto falto de inversiones, tecnología y profesionales capacitados.

Si no descarrilan los procesos de integración en Turquía y Siria, el proyecto de sociedad utópica puede ver su horizonte reducido. A cambio, la promesa de terminar con décadas de dolor y sufrimiento y la garantía de derechos para la comunidad kurda.

Información adicional

Autor/a: Pablo Fernández Fernández / Alba Cambeiro
País: Turquía y Siria
Región: Medio Oriente
Fuente: Público.es

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