“En Colombia ya no tenía que hacer, estudié la básica y después lo intenté todo, lo legal y lo ilegal, desde el trabajo en casas, en su limpieza, la atención en cafeterías, hasta de mechera, sustrayendo ropa de los almacenes. Como estaba dispuesta a lo que fuera para no terminar en la calle con mis hijos, decidí tomar la ruta hacia Estados Unidos. Unos conocidos que viven allí organizaron mi viaje y el de mi hija, vía México. Me endeudé con ellos y partí. Al hijo lo deje al cuidado de la abuela. Tenaz el viaje y difícil la estadía en México y unas semanas después el paso de la frontera. Al final, trabajando igual que en Bogotá: aseando casas. Y el resto del tiempo oculta, sin salir mucho, para evitar ser detenida. Una experiencia áspera, pero era lo único que me quedaba, y lo único que me ha permitido ahorrar algo para enviarlo para el cuidado de mi hijo. Algo quedará también a la cucha”.
Ella es Lucía, madre soltera de 43 años, con dos hijos que ya han salido de la pubertad y enfrentan la juventud, con todas las crisis que atraviesan quienes están en esa edad. La decisión de viajar con su hija, estuvo determinada por la realidad que ella misma vivió años atrás: impedir un embarazo en edad temprana. El hombre verá cómo afronta la soledad, “al fin y el cabo no quedan embarazados”, comenta, sin esconder una cierta ironía en sus labios.
La de ella puede ser la experiencia, igual o similar, vivida por miles de mujeres en Colombia –que también experimentan los hombres, aunque con matices no desdeñables– así como en América Latina y el Caribe, país y región que padecen desde décadas atrás procesos ininterrumpidos de migración, estimulados por la injusticia, el desempleo, las altas tasas de abandono escolar, los hogares desechos, la violencia hogareña, callejera y también la del Estado. “En mi país no hay futuro –dice Lucía– lo único que uno puede hacer es irse”.
Los procesos migratorios en ALC son un desangre constante de fuerza de trabajo joven y capacitada, en plena edad productiva, un derroche del bono demográfico que gozan todos sus países, de lo cual se beneficia, después de la inversión pública y familiar en educación que realizaron en cada uno de sus países, así no lo reconozcan, aquellos que son receptores de esa gran masa de mano de obra barata, y dispuesta a todo, sí, sin importar qué, para no dejarse hundir en un presente sin oportunidades y un futuro sin brillo.

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