“De una prisión al aire libre, a una jaula al aire libre”

29/Abr/2025. Llevamos más de 45 días bajo bloqueo total, hermético. Nada pasa, ni importaciones del sector privado ni ayuda humanitaria. El 18 de marzo Benyamin Netanyahu violó el acuerdo de alto el fuego y reanudó la guerra con violencia y masacres nunca vistas. Me gustaría hablaros de mi vida cotidiana en esta gran jaula en la que continúa este genocidio.

La Franja de Gaza era una prisión a cielo abierto. Hoy es una jaula a cielo abierto. Según las declaraciones del ministro de guerra israelí, Israel se ha anexado entre el 30 y el 35% de la franja. El ejército de ocupación anuncia a diario nuevas zonas a evacuar.

Si te apartas de la carretera un solo metro…En esta jaula, todavía no se muere de hambre, pero la malnutrición se convierte en una realidad. Todavía se pueden encontrar algunas verduras, pepinos, tomates, a veces lechugas, cebollas, algunos calabacines. Estas verduras son raras y caras, en particular debido a la dificultad de su transporte. En el momento de escribir esto, solo queda una carretera conectando el sur con el norte: la carretera Al-Rachid, que bordea el Mediterráneo. Está prohibida para coches y motos, hay que recorrerla a pie o en un carro tirado por un burro. No hay puntos de control, pero los militares israelíes están allí, escondidos a pocos metros del eje, y sabemos muy bien que debemos permanecer en la carretera. Si nos apartamos de ella un solo metro, los israelíes disparan sin advertencia. Una vez que llegan a las afueras de Gaza, a la rotonda de Naboulsi o a la rotonda de Sabaatach, las mercancías son descargadas y recogidas por los comerciantes que las venderán en los mercados quedan.

La mayoría de la gente no puede permitirse estos alimentos que se han convertido en productos de lujo. Ya no tiene dinero, ya no tiene trabajo. Todavía quedan algunos supermercados, pero solo venden galletas y chocolate, a cincuenta veces su precio anterior a la guerra, y por supuesto, latas, las que quedan de sus existencias. A veces también hay arroz, también demasiado caro, y queso. Durante la primera fase del alto el fuego, antes de que Netanyahu le pusiera fin,  entró en Gaza mucha leche y muchos comerciantes hicieron queso, especialmente requesón. Hacía mucho tiempo que no lo habíamos visto, e hicieron reservas de él. Pero para conservarlo se necesita electricidad, que hoy solo se consigue con paneles solares y algunos generadores, si se tiene combustible. Como consecuencia, el precio del requesón también ha aumentado mucho.

El ejército israelí bombardea los puntos de distribución de alimentosHemos reducido nuestra dieta a un desayuno y una comida al día. Mucha gente no tiene como nosotros los medios para desayunar. Este desayuno consiste en tostadas frotadas con zaatar (tomillo molido mezclado con semillas de sésamo) con un poco de aceite de oliva si se encuentra, pero eso también se ha vuelto muy caro. Como todas las panaderías han cerrado, nosotros mismos hacemos nuestro pan, a precio de oro, porque el saco de harina ha pasado de 30 a 500, incluso 600 shekels (150 euros). Pero no hay gas ni combustible, así que hacemos el pan y cocinamos al fuego de leña, en nuestro edificio, en el rellano. Todos nuestros vecinos hacen lo mismo. Compramos madera a 15 shekels el kilo (unos 4 euros), y se necesitan tres kilos por comida. Hacemos otra comida cuando llego a casa del trabajo, alrededor de las 6 o 7 de la tarde: lentejas, frikeh (trigo verde tostado) o arroz, a veces acompañado de judías verdes u otras verduras en conserva, o atún en lata.

Por el momento, todavía puedo alimentar a mi familia, porque me gano un poco la vida gracias a mis colaboraciones para los medios de comunicación, y tengo a mi hermano que me envía dinero desde los Estados Unidos. Pero la mayoría de las y los habitantes de Gaza ni siquiera pueden permitirse latas de conserva o madera. La gente envía a sus hijos a registrar las casas destruidas para traer todo lo que pueda servir de combustible, plástico u otros materiales. Y para quienes no pueden hacer fuego en casa y pueden permitírselo, ha surgido un nuevo negocio: hay gente que instala un gran horno de arcilla en cada barrio. Proporcionan la madera y la gente trae su comida. Cocinar cuatro pitas de pan cuesta 1 shekel (25 céntimos), calentar una olla de agua 2 shekels (50 céntimos).

Para alimentarse también cuentan, cuando encuentran, con las tekiya, cocinas al aire libre, benéficas, un poco el equivalente a los Restos du coeur (los restaurantes que dan comidas gratuitamente) en Francia, que también proporcionan platos de arroz o verduras en conserva: lentejas, judías verdes o blancas, guisantes y, a veces, pasta. El ejército israelí bombardeó alrededor de 28 de estas cocinas de calle, así como ocho puntos de distribución de alimentos. Ha habido muchas víctimas. Las cocinas benéficas son objetivos, como las escuelas o los hospitales, como cualquier lugar público que preste servicio a la población. Y los israelíes siempre encuentran una excusa para justificar el bombardeo. Por ejemplo, que un miembro de Hamás estaba en la cola para las comidas. En realidad, se trata de disuadir a cualquiera de mantener una tekiya.

Hay una debajo de mi casa, que fue creada durante la guerra. Está financiada por particulares. Se dice que las tekiya están en manos de las facciones políticas, lo que a veces es cierto. Pero la mayoría están subvencionadas por civiles, especialmente personas palestinas que viven en el extranjero. Este comedor popular ofrece a las personas recién desplazadas del norte -de Jabaliya, de Beit Hanoun- amontonadas en los campamentos improvisados que han surgido en nuestro barrio, la única oportunidad de alimentarse.

Les da lo mismo vivir que morirAsí es como Gaza intenta sobrevivir. Como ya he dicho otras veces, hay gente palestina que lamentablemente aprovecha la situación para aumentar los precios. Pero la escasez está orquestada por el ejército israelí, para, si no sumergirnos en el hambre, hundirnos en la desnutrición. Afortunadamente, Ramzi, nuestro bebé de dos meses, puede contar al 100% con la leche de su madre, porque ya no hay leche para bebés en Gaza. Todos los centros de salud han cerrado por falta de suministro. Ya no entra nada, ni para las ONG, ni para las agencias de la ONU – el Programa Mundial de Alimentos y la UNRWA – ni para la OMS, la Organización Mundial de la Salud.

Las y los habitantes de Gaza se han convertido hoy en “sin”: personas sin hogar, sin seguridad, sin medicamentos, sin salud. El agotamiento ha alcanzado un nivel extremo. No solo las personas ya no tienen miedo de los bombardeos, sino que a veces sentimos que han llegado al punto en el que no les importa vivir o morir. No tienen otra opción entre la muerte y la no vida, en la que no hay comida, ni cuidados, ni educación, en la que no hay nada. Escuchamos a la gente decir: “bueno, en lugar de quedarme entre la muerte y la vida, prefiero la muerte”. La prefieren a la incertidumbre de cada momento, de no saber si vivirán o morirán bajo las bombas en el minuto siguiente.

Otro sufrimiento insoportable, y lo siento íntimamente como padre de familia: el de no poder darle nada a tu hijo que te pide comida. Es lo peor para un padre. Yo tengo suerte. No puedo responder a todas las peticiones de mi hijo Walid, pero al menos no tiene hambre. Mientras que miles de niños de su edad, bebés como Ramzi, no tienen suficiente para comer.

Esta vez el ejército de ocupación está haciendo sufrir lo peor a la población de Gaza: vivir en una jaula, sin suficiente comida ni agua, sin cuidados, bombardeada las 24 horas del día, con todas las infraestructuras aniquiladas. Para calificar todo esto, la única palabra relevante es la de genocidio. Y en algún momento nos dirán: si quieres irte, tú decides, no te obligamos a hacerlo.

Estamos agotados. Pero por el momento, no cedemos.

“Ser periodistas aquí en Gaza es documentar el colapso del mundo”El miércoles 16 de abril de 2025, un colectivo de organizaciones profesionales de periodistas se reunió en París en una concentración en homenaje a las y los más de 200 periodistas palestinos de Gaza que han sido asesinados por Israel desde el 7 de octubre de 2023. Durante este evento, se difundió un mensaje de Rami Abou Jamous. Lo reproducimos aquí.

Señoras y señores, queridas  y queridos colegas, amigos de la verdad, la justicia y la libertad,

Con profunda emoción tomo hoy la palabra. Desde Gaza, para ustedes en París, la ciudad que, mejor que cualquier otra, encarna la luz contra la oscuridad, la palabra contra la censura, el compromiso contra la indiferencia. París no es solo una capital. Es un símbolo, el del pensamiento libre, de las luchas universales por la dignidad, de las voces que se levantan cuando otros se callan. Y cómo no recordar aquí que en estas calles de París, hace apenas unas décadas, periodistas franceses, como Pierre Brossolette, Albert Camus, Georges Altman, arriesgaron su libertad -y a veces su vida- para hacer existir una prensa frente a la ocupación. Escribían sus palabras a toda prisa en máquinas temblorosas, en sótanos, en áticos. Porque decir ya es resistir. Porque escribir es existir. Porque el silencio era el aliado del terror.

En Gaza, hoy, la historia parece repetirse. Ser periodista aquí, en Gaza, ya no es simplemente informar. Es documentar el colapso del mundo. Es recoger las lágrimas. Es contar los muertos. Es salvar los fragmentos de memoria antes de que sean aplastados por las bombas. Todos nuestros periodistas han perdido el sueño, pero también sus refugios, su casa, su familia y, a veces, su vida. Pero no han abandonado su cámara. No han cerrado su cuaderno ni apagado su micrófono. Solo tenemos en esta tierra lo que hacemos en ella, dijo Mahmud Darwich. Y lo que hacen las y los periodistas aquí en Gaza es mantener un hilo tenue entre la luz y la noche día a día. Su voz es un baluarte contra el olvido. Su presencia es la verdad contra la mentira.

Hoy estáis aquí. Sois los testigos de su valentía a través de vuestra movilización. Tendéis una mano más allá de los muros, las fronteras, las ruinas, las bombas de bloqueo que se os imponen para no dar testimonio y contar las peores masacres que sufren los y las palestinas, especialmente en Gaza.

Decís con vuestra presencia, no olvidaremos. Honremos la memoria de los nombres de las y los periodistas ausentes de nuestras listas oficiales, pero grabados en nuestra conciencia. Hacéis justicia a quienes lo han dado todo para que el mundo lo sepa. El exiliado es el que espera el regreso mirando la ausencia, decía Mahmoud Darwich. En Gaza, las y los periodistas viven el exilio desde su propio suelo. Pero hoy, gracias a vosotros y vosotras, su voz atraviesa los muros. Se os une. Os llega. Os obliga.

Que esta ceremonia sea más que un homenaje. Que sea una promesa. La promesa de proteger la libertad de prensa dondequiera que se tambalee. La promesa de seguir trasladando la palabra de las y los oprimidos cuando vacila. La promesa de hacer triunfar la luz sobre las tinieblas.

Concluiré mis palabras con esta frase de Albert Londres: “Nuestro trabajo no es complacer ni hacer mal. Es llevar la pluma a la herida”. Y en Gaza la herida está viva, pero la pluma sigue ahí y la llevaremos juntos. En nombre de las y los periodistas palestinos, y especialmente de los de Gaza, sus familias y de quienes  seguirán escribiendo entre el polvo, testificando bajo las bombas, os envío mi más sincera y fraternal gratitud. Sois la voz de los sin voz. Sois la memoria frente a la amnesia. Y todas y todos juntos, continuaremos.

Muchas gracias.

ORIENTXXI

Traducción: Faustino Eguberri

Información adicional

Diario de a bordo de GAZA 87
Autor/a: Rami Abou Jamous
País: Palestina
Región: Medio Oriente
Fuente: Viento Sur

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