Un análisis actual del estado de las correlaciones económicas, políticas, sociales, ideológicas-culturales e internacionales del país se enmarca en una condición histórica sinigual, toda vez que es la primera vez en la historia nacional que esas correlaciones se corresponden no con el tránsito de un gobierno a otro, sino en el marco de la posibilidad de que tomen forma las bases para erigir un nuevo régimen sociopolítico.
Pero no solo ello, también estamos en los ciernes de –o para–, la constitución de las relaciones del Estado que se correspondan con la nueva época civilizatoria. de ahí que en la coyuntura 2023 asistamos a la confluencia y resolución de los diversos grados de tiempo del poder gubernamental, de régimen y estatal, que permean las tensiones entre las respectivas alianzas hegemónicas del poder en disputa, tanto a nivel local-regional, como nacional e internacional.
Retrovisor
Sabemos que la independencia política de España en el primer cuarto de siglo XIX solo significó para el país el cambio de la administración pública de manos de españoles advenedizos al notablato criollo –hijos de los españoles– centralizado en Bogotá. Hecho que, de todos es sabido, originó la ‘patria boba’ entre federalistas en cabeza del caucano Camilo Torres, representante del poder agrario de entonces, y los centralistas liderados por el santafereño Antonio Nariño, cabeza visible de los comerciantes –las dos principales fuerzas socioeconómicas del país–, sin haber consolidado las creencias, valores y estrategias de un régimen propio y/o auténtico. disputa que permitió la reconquista española y que, posteriormente, con la muerte de Bolívar y su reconocimiento de “haber arado en el mar”, el logro de la susodicha independencia y régimen, llevó a la emergencia de los partidos tradicionales liberal y Conservador. Partidos que, desde su mismo origen, se mantuvieron trenzados en perniciosas confrontaciones armadas. Dividos, hasta 1854 cuando el general Orlando Melo –de origen indígena– los llevó a que se juntaran para derrocarlo, originando así un pacto interpartidista liberal-conservador que se mantendría desde entonces en medio de su permanente conflicto pues, se reconstituía para enfrentar terceras fuerzas que emergieran para disputarle la administración burocrática del país. Pacto visibilizado política y jurídicamente cien años después como Frente nacional –1957– para derrocar al General Gustavo rojas Pinilla; Frente que no fue otra cosa que la denominación centenaria del régimen Político Colombiano.
Un régimen que, pese a la Constitución del 1991 y a la elección de administraciones nacionales y regionales políticas variopintas, que, aunque formalmente no representaban al centenario régimen frentenacionalista, lo remozaban con las características propias del neoliberalismo globalizante, en una nueva versión que será la marca de los dos gobiernos de Álvaro Uribe, los dos de Manuel Santos y el de Iván Duque, que suman veinte años de vigencia del régimen de la Seguridad democrática (2002-2022). régimen jaqueado en la actualidad por la posibilidad de constituir uno nuevo bajo la inspiración del Pacto Histórico. Situación que, precisamente, caracteriza la actual coyuntura y que, por lo mismo, reviste un carácter sinigual no solo del orden sociopolítico sino también histórico por la dimensión transcendental que conlleva.
Momento actual
Esta situación coyuntural nacional se presenta en el marco de un cambio a nivel civilizatorio de las respectivas relaciones del poder propias del Estado liberal y socialista real que caracterizan a los Estados de la denominada época moderna y, por tanto, la emergencia de unas nuevas relaciones de Estado propias de la época transmoderna o del Procomún Colaborativo, acorde con los giros civilizatorios en ciernes: energético verde (incluye el ambiental), comunicacional en red, cognitivos, demográficos, institucionales, culturales y afectivos morales que le son constitutivos. Aspectos que se pulsan en los países europeos, norteamericanos y asiáticos llegados al tope de la civilización moderna, y de lo cual dan cuenta sus respectivas tensiones: la estanflación galopante, la confrontación Ucrania-rusia de visos energéticos endosomáticos y exosomáticos fósiles, la deuda y la bancarrota financiera de EE.UU, su alicaída hegemonía monetaria del dólar y el envejecimiento generacional –o gerontocrático– de sus líderes políticos; el cuestionamiento a la eficiencia de los organismos internacionales: FMI, Banco mundial, ONU, G-7 etcétera, las medidas autoritarias y antidemocráticas del gobierno francés –adalid de la democracia liberal en sus orígenes–, la implementación de las energías limpias en punta por parte de España, Portugal y Alemania e impulsadas a raíz de la guerra en Ucrania; la imparable migración del sur al norte, junto a la drogadicción endémica y vigencia de las economías ilícitas, la crisis de los partidos tradicionales, al compás de movimientos sociales de todos los colores y sabores y en todas las latitudes del planeta, entre los aspectos más significativos de la coyuntura internacional. Son tensiones que se traducen políticamente en la disputa entre reemergidas posiciones autoritarias nacionalistas y fascistas y las emergentes transmodernas, aun sin consolidar. Aspecto que le agrega a la coyuntura nacional elementos de no poca monta y, por tanto, mucho más difícil de entenderla, interpretarla y definirla para la acción política, tanto para los actores de la Seguridad democrática (S.D) que se resisten al cambio, como para los transformistas del Pacto Histórico que le son proclives. En ese orden debe entenderse, además, el marco de la situación latinoamericana, entorno inmediato del país. de una parte es factible suponer que el de Gustavo Petro (como el de Gabriel Boric en Chile) se corresponde con los que fueron en su momento los gobiernos de Venezuela con Hugo Chávez (1999), de Brasil con Ignacio Lula da Silva (2003), de Bolivia con Evo morales (2005), de Ecuador con Rafael Correa (2006), y de Uruguay con José Mujica (2010) que, debido al espíritu que reviste la transición, oscilan entre ires y venires electorales para consolidarse, a través de sucesivos gobiernos del mismo talante, como regímenes políticos de nuevo cuño.
Son estos, en su conjunto, gobiernos que le apostaron a constituir regímenes socioeconómicos neokeynesianos de base popular, que consoliden la modernización de sus países como Estados nacionales al promover políticas públicas contrarias al neoliberalismo globalizador, que en los años setenta truncó procesos similares conocidos en la región. Además, en su mayoría, sustentando esas políticas en la matriz energética fósil impulsando su reestatización, mejorando su renta, y traduciéndola en una mejor redistribución social. Gobiernos tildados, por parte de sus contradictores autoritarios pro-neoliberales, como populistas de izquierda. Aspecto que marca una diferencia sustancial con la iniciativa del actual gobierno colombiano que incluye en su agenda de cambio el carácter civilizatorio de la matriz energética limpia y el medio ambiente, lo que hace de por sí mucha más compleja su consolidación en perspectiva de régimen y en la misma coyuntura.
Ahora bien, la implementación de las políticas de un nuevo régimen a partir de un gobierno erigido en el marco institucional de su antecesor de la S.D cuestionado en las urnas, requiere legalizarse por vía de las normas y leyes que amparen el Plan de desarrollo fundacional, Colombia: potencia mundial de la vida y sus respectivas políticas públicas.
De ahí que en la actual coyuntura el principal escenario para la acción del pulso hegemónico del poder por parte de los actores en disputa y logro de consensos y mayorías que lo hagan posible, sea el legislativo. Que, como en toda condición de disputa, conlleva necesariamente su polarización y alinderamiento táctico y/o estratégico por medio de acuerdos provisionales temporales gubernamentales o en perspectiva de coalicionarse en un nuevo régimen.
Indudable que a esa disputa –ya no solo del orden de Gobierno sino del régimen–, no le son ajenas las acciones de actores sociales y políticos legales o ilegales, para terciar a favor o en contra de sus respectivas coaliciones hegemónicas y concernientes regímenes.
Escenario
Como es apenas lógico, el país que nos merecemos dependerá del conjunto o sumun del poder que se destile en ese pulso por el régimen. Una disputa en la cual cada día marca avances, retrocesos o estancamientos.
Bogotá , 19 de mayo del 2023
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