En respuesta a la violencia de la reconquista. La «Carta de Jamaica» o Nuestra América visionada

Con Artigas, en el Río de la Plata

Artigas, alto, gaucho enorme, ataviado con la vestimenta tradicional del Río de la Plata. En su mano derecha lleva el sombrero, y su postura desafiante avanza con un pie hacia adelante y la mirada al sur, siempre al sur. Este es uno de los tantos monumentos que hay en el mundo del Protector de los Humildes. Pero, ¿quién es Artigas? Real, mito, anarquista, traidor, valiente, defensor.

Su nombre completo: José Gervasio de Artigas. Es el más importante caudillo federal rioplatense. Su entrada a la lucha por la independencia del Río de la Plata representa el ingreso en escena de las masas populares y un proyecto nacional alternativo de las minorías frente a los privilegiados de Buenos Aires y Montevideo, con la idea permanente de construir la Patria Grande con soberanía popular, independencia económica y justicia social.

Artigas logró identificar las necesidades de su pueblo. Integró un verdadero ejército popular formado por gauchos orientales, paisanos, peones de estancia, hombres sueltos, curas patriotas, indios, charrúas y minuanes, esclavos fugados que buscaban su propia libertad. Es con estas fuerzas como el 18 de mayo de 1811 derrotó a los realistas en el combate de Las Piedras y sitió a Montevideo.

A sus espaldas, el Primer Triunvirato, firmó el armisticio el 20 de octubre con Elío, gobernador español de Montevideo. Tras esta acción, que proyectaba el proceder y el carácter de las élites, quedaba demostrado que, a pesar de la ganancia militar, se imponía la derrota política.

Artigas se retiró hacia Entre Ríos para reorganizar la lucha. Su ejército no lo abandonó y siguió a su Protector con mil carretas y unas 16 mil personas que cruzaron el río Uruguay y se instalaron en Ayuí, cerca de la actual Concordia (Entre Ríos), preparados para continuar la lucha. Era el famoso “éxodo del pueblo oriental”, y fue allí donde empezó a aplicar sus ideas de igualdad, soberanía, democracia y libertad.

Una vez conquistado el control político de la Provincia Oriental, Artigas expropió y distribuyó tierras a los “más infelices”, indios y criollos pobres, negros libres, zambos, con el único requisito de trabajarlas. De no ser así, el terreno sería donado a otro vecino que lo laborara para bien de la provincia. No podían vender ni enajenar ni realizar créditos sobre la tierra. Los terrenos repartidos eran de los “emigrados, malos europeos y peores americanos”. Esta repartición fue reprochada por el Cabildo patricio de Montevideo, que exigía la devolución a sus dueños. Pero la intención de Artigas con el Reglamento Agrario era confiscar a la clase terrateniente, comerciante y usurera, y quitarles así su poder económico y su influencia política.

Para los ingleses, las colonias eran posibilidades para ampliar mercados. El ingreso de productos extranjeros era inminente con la proyección de futuros negocios por los comerciantes de Buenos Aires, que insistían en su monopolio como puerto único. Para Artigas, eran fundamentales la libre circulación de los ríos y la protección de la producción interna. Veía necesario crear mecanismos que promovieran la elaboración de productos mediante impuestos a productos extranjeros. Planteó: “Todos los derechos, impuestos y sisas que se impongan a las introducciones extranjeras serán iguales al resto de provincias unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudiquen nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento a la industria de nuestro territorio”. Con estas medidas proteccionistas impulsaba las manufacturas y las artesanías propias.

La federación de Artigas no era tanto de provincias como de culturas, hermanadas primero en el suelo charrúa y después en toda la cuenca platense, territorio donde se había aprendido a convivir en el respeto a todos los diferentes, como lo representa la frase que aparece en su escudo: “Con libertad no ofendo ni temo”.

Traición

La Banda Oriental eligió sus representantes para la Asamblea del Año XIII (1813). Artigas impartió instrucciones precisas a los delegados: declaración de Independencia, Constitución republicana, organización política federativa, libertad civil y religiosa, igualdad de todos los ciudadanos, gobierno central con respeto a las autonomías provinciales y establecimiento de la capital fuera de Buenos Aires.

La Asamblea rechazó los diplomas de los diputados orientales y se convocó otro Congreso para elegir nuevos diputados. Entonces Artigas rompió abiertamente con Buenos Aires. El contenido de las instrucciones ponía en riesgo el centralismo bonaerense y se temía que la incorporación artiguista produjera una alianza con José de San Martín, que conjuntamente impulsara una declaración de Independencia que la Asamblea buscaba dilatar favoreciendo los intereses ingleses.

La influencia que podía tener Artigas con su proyecto alertó a la clase alta porteña, a los vecinos portugueses con sus miles de esclavos que veían el ‘peligro’ de multiplicar esta experiencia en otras partes de su territorio. Fue así como en 1816, en actas secretas del Congreso de Tucumán, Buenos Aires dejaría invadir a los portugueses el territorio de la Banda Oriental a cambio de desterrar para siempre a Artigas y su pueblo insurgente.

Tacuarembó, finales de 1819. El plan militar ideado por Artigas consistía en que él atacaría el campamento portugués en Río Grande, mientras las fuerzas de Entre Ríos con el caudillo Francisco Ramírez, y las de Estanislao López en Santa Fe, atacarían Buenos Aires, ellos con éxito, mientras Artigas era derrotado por los portugueses.

Ante la debilidad de Artigas, los caudillos firmaron el Tratado del Pilar en 1820, abandonado al cuadillo oriental, quien trató de someter a Ramírez con las fuerzas que logró reunir, sin conseguirlo. En los primeros días del año 20, en la quebrada de Belarmino, murieron los mejores oficiales indios de las misiones que seguían al general de los humildes. De los casi 20 mil que hicieron el éxodo de octubre de 1812, quedaban solamente 400 sobrevivientes con Artigas.

José Artigas debió partir al exilio en Paraguay. Antes de salir, dijo: “Formen tropa y disuélvanla en mi nombre, que cada uno vaya donde quiera. Yo no pienso pelear más contra los portugueses. Toda resistencia ahora me parece inútil”. Muere el 23 de septiembre de 1850.

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