Discurso del Presidente Antonio Nariño en la instalación del Colegio Electoral de Cundinamarca en 1813
Por Enrique Santos Molano
“No digamos a los pueblos, sed libres:
hagámosles sentir
las ventajas de la libertad y ellos la desearán”.
Hist. Filosófica, t. 3.
“El presente Colegio se va a instalar en uno de los momentos más críticos y delicados en que quizá nunca se volverá a ver la Representación Nacional de Cundinamarca. No sólo su suerte, señores, está hoy en vuestras manos, la de la Nueva Granada, y no sé si diga también que la de toda esta parte de la América del Sur puede depender del acierto en vuestras deliberaciones. No se trata sólo de venir a revisar una constitución defectuosa y de nombrar los funcionarios que deben ocupar los empleos de nuestro Gobierno Provincial: se trata también de resolver el gran problema de la Acta Federal, problema que ha parecido tan fácil a esas almas vulgares que sólo obran por imitación, sin calcular las consecuencias, los tiempos y los lugares; pero problema de cuya resolución depende en gran parte la suerte de este Continente”.
[Nariño expone enseguida una parábola acerca del mal uso de los recursos, de la interpretación equivocada y equívoca en la inversión de las riquezas, aplicadas a cosas inútiles, y por lo mismo desperdiciadas, y advierte el peligro mortal de una burocracia desmedida y desbocada, y de cómo los errores de juicio suelen perder a muchos del común en beneficio de unos pocos capitalistas].
“Me parece, señores, que la aplicación es bien sencilla: vosotros sabéis el sistema que la España siguió con la América desde su descubrimiento hasta nuestros días; contenta con sacar de ella los productos de sus riquísimos suelos, jamás pensó en mejorarlos; a nosotros se nos mantenía en una perfecta ignorancia en materias de gobierno, y no sólo no se nos daba parte en él, no sólo se nos prohibía el estudio del Derecho Público y de Gentes, sino hasta de los libros que nos podían ilustrar en estas materias. Murió la Casa de Borbón con los sucesos de Bayona, y dueños nosotros de estos riquísimos y fértiles países, llenos de los más santos y laudables deseos de mejorarlos, en lugar de comenzar una reforma gradual y meditada, abrazamos el partido desesperado de quererlo todo destruir y edificar en un solo día: recedant vetera, nova sint omnia, [atrás lo viejo, renuévese todo] fue nuestra divisa; y como las ideas que más se habían divulgado entre nosotros por el ejemplo, eran las de Norte América, el grito universal fue por este sistema. Se dividió el Reino en tantos Estados cuantas eran antes las Provincias y Corregimientos. Cada Estado debe tener tantos funcionarios en su gobierno como los que se necesitarían para toda la Nueva Granada; los canales de las rentas públicas deben refluir hacia cada uno de esos Estados; se cegarán los antiguos manantiales, y se abrirán otros nuevos para que su curso sea más natural. Habrá en cada Estado Soberano un Cuerpo Legislativo, compuesto de tantos individuos cuantos diere su población, en razón de uno por tantas mil almas (sepan o no hacer leyes); un Poder Ejecutivo que las practique; Tribunales de Justicia hasta de las últimas instancias para que los pueblos no tengan que ir a mendigarla a otros países; Senados conservadores de la Constitución; fuerza armada (tengan o no armas), y tesoro público para todos estos gastos. Se fundarán escuelas para dar una nueva educación a la juventud; se abrirán caminos; se edificarán parques de artillería; fundiciones de cañones; habrá nitrerías y fábricas de pólvora; Casas de Moneda en todas las Provincias para que una o dos no den la ley a los demás; y, finalmente, por una consecuencia de las soberanías parciales, se fundarán obispados, coros y rentas eclesiásticas.
“¿Qué os parece, señores? ¿No es esta una pintura halagüeña de nuestra felicidad futura? ¿Habrá hombre, por estúpido que sea, que no alabe y bendiga la mano que trazó tan bello plan? Aquí están estampados los más sublimes principios sobre la perfectibilidad de los gobiernos.
“Han corrido, no obstante, tres años, y ninguna Provincia tiene tesoro, fuerza armada, cañones, pólvora, escuelas, caminos, ni casas de moneda: sólo tienen un número considerable de funcionarios que consumen las pocas rentas que han quedado, y que defienden con todas sus fuerzas el nuevo sistema que los favorece”. No importa, dicen, los males presentes, si la esperanza de las grandes ventajas de este sistema, nos deben recompensar con usura. La libertad hace milagros, y si no fuera por el intruso presidente de Cundinamarca, ya el Reino estaría organizado; pero este hijo desnaturalizado, por una ciega ambición de dominarlo todo, quiere reducirnos a la esclavitud de su capital corrompida.
“Entre tanto, los enemigos de la libertad de la América se acercan por diversos puntos, las Provincias, sin medios de defensa, ocurren a la corrompida capital y al intruso Presidente que les han franqueado seis expediciones en año y medio” [La de Ocaña, mandada por Morales; la de San Gil, por Ricaurte; la de Cúcuta, por Baraya; la de Simití, por Rieux; la de Popayán, por Vlllavicencio; y los últimos auxilios para el Ejército del General Bolívar, al mando del coronel Ribas; sin contar las que están preparadas para Popayán y Pore, la de Palacé, y las que salieron con el presidente del Estado. Nota de la Gazeta Ministerial de Cundinamarca.], “pero como Cundinamarca es la vaca a quien todos ordeñan y dan de palos en lugar de darle de comer, la vaca morirá y las Provincias no tendrán a quien ocurrir dentro de poco. ¿Será preciso, señores, ser un gran profeta para pronosticar la suerte que se nos espera? ¿Deberemos buscar en manejos ocultos la causa de nuestra ruina, o en nuestros propios delirios? ¿Qué se habría dicho de un hombre que a principios del siglo pasado hubiera aconsejado a Pedro el Grande que redujera la Rusia en Provincias Soberanas para hacer la felicidad de aquellos pueblos con el sistema más perfecto que han inventado los hombres? ¿Qué contraste no habrían hecho las Provincias de Siberia y de la Nueva Tartária con las de Moscou o Petersburgo? ¿Cómo habría podido civilizar este grande hombre en tan poco tiempo tan vasto imperio? ¿Cómo habría podido resistir al torrente impetuoso de los ejércitos de Carlos XII, si la Siberia, Kamchatka, y las demás provincias interiores, hubieran tenido que disciplinar y pagar por sí sus tropas y nombrar sus generales?
“Pero ya oigo que se me va a responder que el Congreso salva cuantas dificultades se opongan a este sistema; y yo contesto en solas dos palabras: que establecer un sistema de debilidad para formar un cuerpo robusto, es una contradicción, un absurdo y el último de los delirios del entendimiento humano; debilitar los fragmentos para robustecer el edificio no cabe en mi cabeza. Sin que se me replique con el ejemplo de Norte América, porque repito cien veces que no estamos en caso de comparación con unos pueblos que siempre fueron libres, y que tuvieron los auxilios de la Francia y de la España para defenderse. Y si nosotros nos hemos de perder con nuestras bellas constituciones, ¿por qué no hemos de abrazar otro sistema que, aunque menos liberal, nos pueda a lo menos poner a cubierto de los males que se nos esperan? ¿Por qué no hemos de abrir los ojos con la experiencia y remediar el mal en donde lo conocemos, antes que se haga incurable?
“No está aquí por demás un ejemplo que acabe de aclarar mis ideas en esta parte: el célebre Smith, en su obra inmortal de La Riqueza de las Naciones, hace ver hasta la evidencia que de la división del trabajo nace la perfección de las artes y su bajo precio; que un alfiler que pasa por diez y ocho manos distintas no alcanzaría a mantener a un hombre si lo trabajara sólo. Pero siendo este el fundamento de su sistema, añade: mas si en Escocia, en donde no tienen salida las fábricas, un herrero se dedicara a hacer solo llaves de candados, este Herrero perecería por falta de expendio; aquí debe ser herrero, cerrajero y todo a un mismo tiempo. Es decir, que lo más perfecto no se puede establecer con el mismo éxito en todas partes. Ningún hombre merecería con más justa razón una estatua que el que encontrara un sistema universal de gobierno, que conviniera igualmente en todos tiempos a todos los países del mundo.
“Nada digo, señores, que no esté delante de vuestros ojos. El día funesto se acerca en que si no mudamos de conducta, vamos cargados de nuestras bellas Constituciones a morir en los cadalsos o en las bóvedas de las Antillas, maldiciendo la crueldad de nuestros capitalistas, que no nos concedieron tres años más para acabar de realizar nuestro sistema favorito”.
[Al llegar a este punto, donde ha venido atacando al federalismo hasta volverlo flecos, Nariño da un giro de dialéctica asombroso y desconcertante, y opina que, estando empecinadas las provincias en aplicar el sistema federalista, Cundinamarca debe entrar en este sistema, porque ni el Congreso puede subsistir sin Cundinamarca, “ni Cundinamarca puede sostenerse por sí sola dando auxilio a todas las Provincias; conque es indubitable que no podemos subsistir en el estado en que nos hallamos”. Nariño llega a la conclusión de que “Es mejor, sin duda, un mal sistema, que ninguno. Opino, pues, que entremos en federación, no porque crea éste el mejor sistema para nosotros en las circunstancias actuales, sino porque es el único camino que nos queda para no concluir inmediatamente con nuestra libertad y nuestra existencia”.]
Y con igual fuerza de convicción explica las ventajas que en esas circunstancias pueden obtenerse de un mal sistema, cita numerosos ejemplos prácticos, apela a la sabiduría de filósofos como el abate Raynal, su gran maestro; señala las causas que llevaron a la ruina la República francesa, y asienta: “Pasar por grados de lo conocido a lo desconocido, es lo que nos enseña una buena lógica, en todo conforme con la razón y la experiencia. Todo lo que puede hacer el amor de la libertad es acelerar estos pasos, pero nunca trastornar su curso sin el peligro de hacer esfuerzos infructuosos”. Y dispara con ironía suprema: “Tres ejemplos no más quiero poneros en nuestros más acalorados demócratas: amor a los empleos, a las distinciones y al ocio. Al oírlos parece que el santo amor de la patria y de la Libertad es el único móvil de sus acciones; pero siguiendo el consejo de Cicerón, tentadlos con un trabajo asiduo y constante, y si por fortuna lo lográis, veréis al instante la reclamación de las recompensas debidas a su mérito; llegad al otro, y no digo pedidle la hija para que se case con un honrado labrador, sino sólo que sirva en la milicia con el valiente artesano, y lo veréis desertar creyendo manchado su linaje. ¿De dónde nace esta contradicción? De que aunque quieren, no pueden de repente escribir con su mano izquierda”.
La conclusión del discurso es clamorosa, tiene un tono apoteótico que se conserva, e incluso se aumenta, con el transcurso de los años:
“Cuando nuestra suerte dependía de unos amos fieros y altaneros, nos bastaba saber obedecer; pero hoy, que depende de nosotros mismos, es preciso saber pensar, saber sofocar nuestras pasiones, nuestros resentimientos, nuestros vicios, y saber sacrificar generosamente nuestros intereses y nuestras vidas. Advertid que ya estáis en altamar y que no basta arrepentiros de haberos embarcado para llegar al puerto; es preciso no soltar los remos de las manos, si queréis escapar de la tormenta. ¡Que el fuego sagrado de la libertad penetre vuestros corazones, que inflame vuestras almas, que ilumine vuestros entendimientos! Sí, ¡que este fuego puro, este fuego santo, que no es otra cosa que caridad y amor a nuestros semejantes, os haga dignos del alto rango a que hoy os llaman los destinos del Nuevo Mundo! Nada acerca tanto al hombre a la Divinidad como la acción de mejorar a sus semejantes, de romper sus cadenas, de enjugar sus lágrimas y hacer su felicidad. La virtud es la base, el fundamento de la libertad; sin ella no hay más que confusión y desorden. ¡Que un trabajo asiduo y constante, que una reflexión madura y detenida y una integridad a toda prueba contra la intriga, la seducción y el cohecho, sean los distintivos que os caractericen! El cielo bendecirá la obra de vuestras manos, y nosotros con toda nuestra posteridad cantaremos himnos de gozo y de reconocimiento a los restauradores de la paz, a los libertadores de la Patria”.
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