Todo nació desde el deseo de dedicar su vida a Jesús desde los pobres. Federico Carrasquilla, un sacerdote rebelde, a quien su vocación y entrega con quienes más lo necesitaban, le representó una ruptura con los sectores más fuertes de la iglesia católica en Colombia. Hoy, a sus muchos años, continúa la lucha por brindarle mejores condiciones de vida a los empobrecidos, a los de abajo; guiado por la máxima de que son las comunidades las dueñas de su historia y las únicas con la capacidad de transformarla.
“Ha venido el rector, a dañarnos la paz
Ha venido el rector (Monseñor) y de nuevo aquí está,
Llévatelo señor, pero lejos de aquí,
Llévatelo señor o prefiero morir,
Ha venido el rector…”*
Contactarlo no fue fácil, con insistencia todas las noches a la misma hora el teléfono de su casa debió sonar, con la esperanza de una respuesta al otro lado de la línea telefónica y la intención última de solicitarle una entrevista. Luego de casi dos semanas en su búsqueda, por fin, una llamada de un conocido suyo avisaba que la entrevista sería el 15 de marzo a las 4:00 pm en el barrio Zamora, donde vive hace 20 años. Su dirección nadie la sabe, la indicación fue “una vez llegue al barrio, pregúntele a cualquiera y esa persona le dice dónde es la casa”. Y así fue, ya en el barrio, bastó preguntar en una tienda y sin dar muchos detalles la señora que la atendía indicó “es en la puerta blanca, pero quién sabe si está, él es muy andariego”. Con la preocupación de haber perdido la cita, tocamos 3 veces seguidas su puerta, acompañados de un grito ¡padre Federico! Y pasados unos segundos, estaba en su balcón dando señal de que pronto abriría la puerta.
Federico o Fede –como prefiere que lo llamen–, tras ser despedido de su cargo como rector del seminario, para pasar a ser proesor tiempo completo en la Universidad Pontificia Bolivariana, por sus cuestionamientos y posturas, en 1967 llegó al barrio Popular 1, uno de los primeros barrios por invasión de la ciudad de Medellín, época en la que el terreno era propiedad de un tal Nicolás Restrepo, que poco a poco tuvo que ceder el territorio a las más de 50 familias campesinas que llegaron desplazadas por el conflicto entre liberales y conservadores. Su vocación siempre la tuvo clara, su medio era el popular, por eso, una vez que quiso dejar de tropezar con las limitaciones que desde la iglesia fueron impuestas, tomó la iniciativa y pidió lo que realmente necesitaba.
“Vea Monseñor, yo llevo 5 años aquí, yo no he hecho sino ponerlo en problemas, ¿por qué no me deja ir al Popular? Antes de ser nombrado allá, yo me iba a Villa del Socorro, todos los sábados y los domingos, donde el párroco era Vicente Mejía y él era quien estaba empezando la invasión, era muy comprometido con la gente y él fue quien construyó el Popular propiamente. Entonces le insistí a Monseñor, le dije que allá ya estaban pidiendo párroco porque ya estaba muy poblado, lo que él me dijo fue que, primero, no podía renunciar a la universidad y, segundo, no le generara problemas allá; me dijo ‘yo no quiero nada de manifestaciones ni nada’; entonces le dije, tranquilo Monseñor, y ahí fue cuando me posesioné el último domingo de enero, hace 50 años”. Desde entonces está en el mismo sector, con los mismos ideales e, incluso, con la misma cama que le regalaron las monjas para que durmiera en el Popular 1, aquella a la que llamó “la cama de los 200 años”
Durante su primer mes en el barrio vivió en un tugurio –como él lo llama–, hasta que la comunidad decidió condicionar un terreno cerca a la Iglesia Divina Providencia –la que ya estaba construida en ese entonces con el permiso del terrateniente Nicolás Restrepo–, con la intención de construir la casa cural; la iniciativa hizo que a Carrasquilla se le fuera el alma al suelo “de tan solo imaginar que iba a tener la única casa de material del barrio”, además legal, porque ya se contaba con el permiso del dueño del terreno. Por lo que se vio en la necesidad de hacer reflexionar a la gente frente a lo que significaba que solo el cura tuviera una casa de material, motivándolos a que primero se construyeran sus casas, que en principio era la urgencia.
“Yo les dije, ¿ustedes para qué me van a construir casa a mí, si yo estoy en la condición de conseguir lo que quiera y cuando lo quiera? Luchemos más bien para que la gente adquiera el derecho a tener su casa. Entonces llegamos a un acuerdo, de que se construyeran dos piezas donde pudiera vivir y a la vez prestar los servicios de atención a la gente […]. Porque había muy pocas casas de material en ese momento, y el método de construcción era muy particular: hacían un tugurio bien grande y por dentro hacían la casa de material y cuando estaba arriba, por la noche, tumbaban la madera y le ponían techo; eso era muy gracioso porque no había calles ni nada, solo senderitos y uno pasaba sin ver ninguna novedad, y al otro día había una casa de material. Durante los 20 años que estuve allá me tocó toda la lucha para que la gente consiguiera sus viviendas, sus calles y todo eso”.
Esta lucha está marcada por las disputas diarias con la llamada fuerza pública, diariamente la policía llegaba con la intención de tumbar las casas construidas bajo el argumento de estar invadiendo propiedad privada. Ante los constantes ataques, una frase del cura Carrasquilla se hizo famosa “vamos a ver quién se cansa más rápido, si ustedes de tumbar casas o nosotros de construirlas”. Lucha que también está marcada por la solución colectiva de las necesidades económicas y de alimentación que estas docenas de familias afrontaban. Es así como encuentran que el mejor método para conseguir recursos fue el combite: las mujeres se organizaban para preparar alimentos como empanadas, tamales y sancochos para la venta, y los hombres respondían por las construcciones de las viviendas y escuelas, mientras el padre Federico era uno más, con tarros llenos de cemento y arena. Esta iniciativa trascendió, Carrasquilla entendió que la comunidad necesitaba organizaciones que fomentaran la pequeña industria y cada una de las iniciativas emprendedoras, para que una vez él ya no estuviera presente, la pudieran sostener de manera autónoma.
Fede, reivindica que “el principal problema del pobre es que no le han dejado ser sujeto de su propia historia, que le han creado una idea de mendigo y de incapaz, y yo llegué con eso bien claro, yo dije que no iba hacer nada, que iba a crear unos espacios donde ellos asumieron su propia situación, eso ya lo iba descubriendo justamente cuando hice la tesis de doctorado sobre el marxismo de Sartre, lo comprendí mucho mejor. Por eso, cuando estaba en el Popular, dije que no iba hacer nada, simplemente a vivir con la gente y ayudarles a que descubrieran que son ellos quienes deben enfrentar el problema”.
Tal vez sea esta la enseñanza más importante que pudo aportarle el padre Federico a cada una de las comunidades que acompañó en los últimos 50 años, la reflexión de que tenían la capacidad de exigir sus derechos y hacerlos respetar, desde, con y para ellos mismos.
“En el Popular 1 tuve claro que las obras sociales las tenía que hacer la gente, me fue muy bien porque prácticamente yo chuzaba a la gente para que hiciera las cosas, y encontré en la acción comunal durante los 20 años que estuve allá, quién les ayudara con las diligencias; por ejemplo, a mí me decían: padre, es que aquí no tenemos escuelas para los niños, entonces yo les respondía: y yo no tengo niños para meter en las escuelas”. La lucha incansable no fue solo de Federico, sino de la comunidad la cual, poco a poco, entendió que tenían derechos y había formas de conseguirlos, todo desde el trabajo comunitario, la solidaridad y la reclamación legal de éstos.
Cuentan algunas personas del barrio que fue con Federico que se animaron a construirlo, las escuelas La Divina Providencia y Federico Carrasquilla, el centro de salud número 23, las calles principales y hasta los callejones que se mantienen actualmente se las adjudican a él, a lo que responde “Honestamente, yo no hice nada, solo ayudé a la gente a que tomaran la iniciativa y el valor de hacer las cosas”. Con humildad, la misma que le caracterizó en aquellos años de construcción de soluciones para mejorar la vida de la gente, se niega a poner bajo su nombre cada uno de los logros y reivindicaciones logradas en el Popular 1 durante el tiempo que estuvo allí presente.
* Profanación de un canto sagrado por parte de los estudiantes del Seminario de Medellín cuando fue visitado en 1963 por el arzobispo de la época, canto que le significó la pérdida del cargo al padre Federico Carrasquilla.
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