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No quieren superar la brecha digital

No quieren superar la brecha digital

En la lectura del PND “Todos por un nuevo país” hallamos una serie de menciones con las que impulsan programas y proyectos relacionados con el desarrollo de las Tecnologías de la información y la comunicación –Tics– en materia de política pública. Allí expresan que pretenden, como interés principal, desarrollar una plataforma que sirva a la equidad, la educación y la competitividad de toda la nación. El desarrollo de estos propósitos se encuentra en los objetivos y metas del Plan Vive Digital (2014-2018).

Sorprende la ambiciosa tarea allí propuesta: convertir a Colombia en el líder mundial en la experiencia de aplicaciones sociales, sobre todo, dirigidas a los sectores más pobres. Titánica misión cuando sabemos que en el mundo dos terceras partes de sus pobladores nunca podrán acceder a un computador o dispositivo conectado a internet, debido a las condiciones de pobreza estructural. Pese a esto, ahora vienen con el cuento que en un país como el nuestro, donde el hambre no sólo existe sino que es inocultable, y la inexistencia de un servicio público como el agua potable es una realidad para muchos municipios, corregimientos y hasta ciudades, harán con las Tics en pocos años una experiencia exitosa de inclusión social de referencia internacional.

La tecnología, referida no sólo al nivel digital y de programación, antecede a esta época en la historia del relacionamiento con las herramientas, aparatos y máquinas construidas por las sociedades, se convierte en un vector que implica una fuerza social que acelera cambios pero a la vez genera usos culturales desiguales entre los distintos sectores. ¿Cuál es la apropiación que puede tener la nación colombiana de un sistema o plataforma? Pues no se trata aquí de rechazar frontalmente cualquier propuesta pero tampoco de una aceptación pasiva. En principio, la manera de relacionarnos con los artefactos y dispositivos tecnológicos depende de nuestro grado de comprensión de los mismos. Así, la dimensión de conectividad puede ofrecer y/o potencializar capacidades y competencias, pero depende del componente cognitivo que transforma la percepción o visión del mundo. Desde un análisis cultural los dispositivos son semióticos que renegocian los significados.

Un aspecto social sobre las investigaciones en el campo de las tecnologías enfatiza, no en los desarrollos propiamente en hardware de los artefactos o software en su programación, sino en el uso cultural por establecer, en los significados que cobra para los usuarios y en las expresiones sociales establecidas entre las personas. Estas reflexiones, a la luz de la realidad nacional, muestran que tras la pretensión proyectada en el PND, la primera barrera está dada en el acceso, quién no cuenta con las tecnologías está borrado del escenario digital. Lo anterior indica que la población que no cuenta con las condiciones materiales queda excluida, pero también quedan por fuera las personas que no cuentan con los conocimientos básicos para su uso. Esto sin contar con aquellos cuya característica es la pasividad, convertidos en simples espectadores.

Por tanto, analizar la implementación de política pública en esta materia, tendría que dar cuenta de la destinación de recursos para garantizar los derechos al mundo digital y mejorar la relación con la institucionalidad estatal. La responsabilidad de esta enorme tarea recae principalmente en el Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, pero el documento señala que la mayoría de los recursos necesarios provienen principalmente del sector privado. Por lógica neoliberal es una oferta como negocio y no vía para garantizar un derecho colectivo adquirido y garantizado por el Estado. En todo caso esto nos obliga a interrogar, ¿cómo van a garantizarlos y cuál es el camino para su gestión? El hecho que los dineros provengan del sector privado señala que no están garantizados y que de esas inversiones saldrán lucrativos negocios antes que goces colectivos.

Las metas establecidas en el Plan son muy altas. Al realizar un recorrido por las líneas relacionadas con la ampliación de infraestructura, por ejemplo, apuntan como retos a cumplir en el 2018: 27 millones de conexiones a internet por banda ancha, acceso a fibra óptica para el 63 por ciento de hogares, contar con cobertura nacional al 100 por ciento en todas las cabeceras municipales con 4G, el despliegue al 100 de la Televisión Digital, habilitación a 1.000 zonas Wifi en los 1.123 municipios del país, así como la instalación de 7.621 kioscos Vive Digital. ¿Metas reales? ¿Demagogia?

También se jactan en decir que lograrán convertirse en un gobierno más eficiente y transparente gracias a las mismas tecnologías. En otro conjunto de metas buscan favorecer la ciudadanía digital, al facilitar trámites y su relación con la institucionalidad. En este sentido la virtualidad es posibilidad de ser presencia en el escenario digital, pero ésta recae mayoritariamente entre la población en prácticas culturales de “narración o exaltación de sí”, como lo expresa el uso cultural de las redes sociales, todo en lógica de la sociedad del espectáculo. Por otro lado, la interacción con la interfaz, a diferencia de lo que ingenieros y programadores promulgan, no es transparente ni neutral sino que proyecta implicaciones profundamente ideológicas. Porque es muy distinto una ciudadanía digital empoderada para la exigibilidad de derechos a un usuario de la web que consulte la poca información maquillada en las páginas institucionales. Pretender que el 80 por ciento de las entidades nacionales y territoriales cuenten con mayor eficiencia hacia “Gobierno en línea”, cuando la misma página del ministerio de las Tics no está actualizada, pues a la fecha aún no cuelga su plan de acción y su visión institucional, es clara evidencia de lo distante que está la realidad de la demagogia. Lo que conseguirán serán múltiples sitios en línea convertidos en “islas que nadie visita” dentro de las rutas de navegación que realiza la población.

Hay que subrayar. El PND no brinda lineamientos en la vinculación de las metas de desarrollo tecnológico con el sector educativo, deja las tareas sobre innovación en manos de Colciencias, orientada ahora hacia la investigación con fines militares, además seriamente cuestionada por centros y grupos de investigación de universidades públicas y privadas, en el sistema de clasificación establecido que condiciona la democratización de recursos en sus convocatorias.

Para poder cumplir con sus metas, en una mayor cantidad de años y con mayores recursos, el gobierno necesitará desarrollar e impulsar, educativamente, los nuevos campos profesionales surgidos en el desarrollo de las tecnologías. Sin embargo, al gobierno sólo le interesa formar técnicamente para la adopción de las innovaciones realizadas en otros países.

Ahora, lo que sí propicia el Plan es el espacio y las condiciones para que la industria cultural norteamericana pueda incidir en la parrilla de programación. Así queda evidente al final del documento, dentro de los objetivos del fortalecimiento a los canales institucionales, que dispone una apertura para realizar coproducciones internacionales con Discovery, Fox y Mtv. Así, las políticas públicas buscan beneficiar la transformación intensiva de las industrias culturales para que puedan desarrollar sus narrativas transmedia, es decir, formas de expandir relatos por diferentes lenguajes, plataformas de comunicación y medios, convertidas hoy en las nuevas industrias creativas del mercado de consumo digital y el entretenimiento, con narrativas extensas en diferentes formatos.

Puede concluirse entonces, como resumen, en este acápite del PND, que aquí no buscan una soberanía digital, la misma que implicaría fuertes inversiones para ser productores de tecnología, o financiar proyectos que busquen frenar la dependencia en materia satelital, lo que demanda contar con tecnología propia en comunicación, y poder así disponer con redes propias.

La dependencia es evidente hasta en temas como el software privativo, pues no les interesa que las instituciones oficiales adquieran y desarrollen software libre, para liberarnos así de una parte del control de las multinacionales. No les preocupa cambiar la realidad nacional. El mismo financiamiento es la evidencia que el sector es asumido por el gobierno nacional como negocio, al dejar en manos de particulares un sector vital y estratégico como éste, para que unos pocos continúen perpetuándose con grandes ganancias, condenándonos a continuar con la dependencia que nos catacteriza y determina.

Así como muchos otros propósitos del PND están desfinanciados, las tecnologías son la punta de lanza de lo que parece ser “todos por un nuevo país, aunque continúe siendo para los pocos que siempre la han gobernado”.

 

1 Sibilia, Paula, La intimidad como espectáculo, FCE, Buenos Aires, 2009.

2 González, Juan, Entre cultura(s) y cibercultur@(s), Universidad de la Plata, Buenos Aires, 2007.

3 Scolari, Carlos, Hipermediaciones, Editorial Gedisa, Barcelona, 2008.

4 Luhmann, Niklas, Sistemas sociales, lineamientos para un teoría general, Anthropos, Bogotá 1998.

5 Amador Baquiro, Juan Carlos, “Las mutaciones de la subjetividad y el desenfreno del yo” en: Infancia, cibercultura y subjetividades, Universidad Distrital, Bogotá, 2012.

6 Schultz, Margarita, El factor humano en la cibercultura, Alfagrama Ediciones, Buenos Aires, 2007.

7 Scolari, Carlos, Narrativas Transmedia, Deusto, Barcelona, 2013.

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